miércoles, 13 de octubre de 2010

MANUEL ALEXANDRE




MANUEL ALEXANDRE

Todavía recuerdo con nostalgia la película “atraco a las tres” dirigida por José Mª Forqué donde un grupo de empleados de una entidad bancaria deciden robar en su propio banco. “Cuando uno es rico, todo vale”, dice el inconfundible José Luís López Vázquez. Así como la dulce interpretación de Manuel Alexandre y sus compañeros de reparto, caracterizando a un singular elenco de perdedores enredado en situaciones divertidas y abrumados por la ternura simplona de hacerse millonario dando un golpe fácil y "así poder viajar a la costa azul y alternar con nadadoras de élite”.

Argumento que describe el viaje onírico del español de la postguerra con el hambre tatuado en la piel y la picaresca de querer vivir en un mundo fantástico que no consigue alcanzar y al que no pertenece. Sus protagonistas quieren cruzar la barrera del ciudadano gris que sufre una realidad decepcionante y anhela instalarse en la cómoda abundancia de la prosperidad y el lujo, seducido por coches, mujeres, y hoteles de cinco estrellas.

La genialidad de Manuel Alexandre radica (porque sigue vivo en la memoria) en su propia personalidad: en el antihéroe que siempre fue, en sus ojos de mirar sincero y puro, y en la sintonía y complicidad con el espectador descubriendo la naturaleza frágil de un hombre bueno y carismático.

Nunca tuvo grandes pretensiones, ni aun cuando interpretó al dictador Franco en su última aparición pública, y todavía no acabo de entender porqué se dice que Manuel Alexandre fue el gran actor “secundario” de la escena española. Con una larga trayectoria profesional tanto en cine como en televisión -con la serie “los ladrones van a la oficina”- y numerosos premios como reconocimiento a su carrera, que se siga diciendo que fue un personaje secundario es una ofensa para quienes le admiramos profundamente.

Ya quisieran para sí muchos actores de ‘primera’ estar a la altura moral e interpretativa de Manuel Alexandre. Era bajito, no muy agraciado, y humilde hasta la saciedad, pero su estatura profesional y humana todavía no ha sido traspasada por nadie. Y dudo mucho que alguien lo consiga.



ROSA MARÍA VERA

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