miércoles, 28 de agosto de 2013

TAMBORES DE FERIA





TAMBORES DE FERIA



   La feria malagueña del centro nos deja un regusto a cadáver exquisito. Y no es que a Málaga le falte glamour y tronío, -porque de ello hay constancia en el Cortijo Torres-, sino por el trasfondo de luces y sombras que equiparan a las dos ferias. 

   El bochorno de agosto no contribuye a vestirse de flamenca, el caos botellero del Centro aún menos, y todavía no hay orden ni concierto en lo que se refiere a urbanidad y buenas maneras. Habría que plantearse otra semana en el calendario para celebrar nuestra feria. Habría que buscar una solución para que la música pachanguera no convierta al Centro Histórico en una discoteca callejera donde se vomita por las esquinas y la suciedad es una imagen grabada en la retina del turista.

   Sí, porque todavía hay escépticos que miran al turismo como fuente de ingresos en nuestra feria, ya que los malagueños no tienen un euro y el paro echa mano de bocadillos y latas de bebida traídos desde casa. El famoso anuncio televisivo de visitar “nuestros bares” no deja de ser irrisorio y patético cuando hay familias que no tienen para comer y están desahuciadas.

    Si el Cortijo Torres es el parangón de clase y estilo, del desfile de carrozas y caballos, de señoritos y damiselas engalanadas, y de casetas que acogen con las puertas abiertas al visitante; el Centro se ha convertido en la feria del pobre, del parado, y de una juventud que vive el botellón entre un baile frenesí de sudor y griterío.

   Málaga tiene que volver a sus orígenes lúdicos de coros y bailes, de señorío y saber estar. Porque incluso el Cortijo Torres tiene ofertas más económicas y degustaciones gratuitas. Un agravio comparativo con los precios del Centro, donde a la mala gestión ambiental se une una pésima calidad en el producto que se consume.

   Los tambores de feria ya quedan atrás, pero este tórrido verano nos deja con ese regusto amargo de haber vivido un pretérito esplendor, y que ahora es un cadáver exquisito con cierto olor a podrido.



ROSA MARÍA VERA