Ir a una fiesta Medieval y disfrazarse de princesa gótica es subscribirse a la realidad actual y contemplar los ungüentos mágicos que nos venden los charlatanes. Voceros, cantamañanas, buhoneros, alcahuetes y pregoneros se congregan para hacernos la vida menos dramática y constatar que existen remedios infalibles para la lepra, el carbunco, el escorbuto, la hidropesía o el sudor del inglés.
El presidente Zapatero es líder en airear pócimas curativas para paliar el paro, afirmando que todo aquel que haga un curso ya no pertenece a las listas del INEM. Esto equivale a decir que cualquier desempleado que estudie oposiciones ya no está sin nada que hacer, y básicamente está realizando un ‘esfuerzo’ entrando en el mercado laboral de las listas de espera.
(O sea que la picaresca sigue vigente y no avanzamos nada)
Los sindicatos despabilan de su letargo organizando una huelga pactada con el gobierno para resarcir al pueblo de su paso durmiente. Ya no están por la labor de la mansedumbre, ni padecen del mal de San Vito, ni quieren la opresión para sus votantes, y ahora se disfrazan de feroces atacantes contra el poder. Y es que su liderazgo hace tiempo que flaquea porque ya nadie cree en los remedios de la Edad Media, ni en los parches de la Edad Moderna de la Alianza de Civilizaciones.
Una pócima medieval que nos vendió Rodríguez Zapatero para evitar las Cruzadas entre moros y cristianos y dejar las puertas abiertas al amigo de allende los mares. Nadie creyó en su discurso -excepto sus allegados- y ahora las penas redundan en déficits y más déficits. Pero eso no le importa al presidente-burbuja y sigue con su humor etílico de que no pasa nada y hay trabajo por doquier sólo que es invisible por culpa de la economía sumergida.
Sube la luz y los impuestos, pero qué más da, el tiempo es perecedero y el hoy es mañana para los que vengan detrás y acarreen con los entuertos. Y si distribuyen disfraces para lidiar el circo el día 29 de la juerga sindicalista, eso entra dentro del sueldo del pregón Medieval: unidos por una causa común mientras guillotinan la inteligencia del pueblo.
ROSA MARÍA VERA
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