miércoles, 5 de junio de 2019

EL ÁNGEL CAÍDO




EL ÁNGEL CAÍDO


   Una holandesa de 17 años que sufría una depresión ha sido víctima de la Eutanasia. Se ha ido en las redes sociales, publicando fotos y vídeos por Instagram, dando charlas sobre su angustia y calvario, manifestando su agonía por dejar este mundo, y con la plena satisfacción de dar ejemplo a los adolescentes que quieran seguirla. Esto es tan trágico como demoníaco para quiénes han permitido esta salvajada, y desde aquí, desde mi atalaya rabiosa y estupefacta, reclamo la Vida. Reclamo vivir a una niña que ha sido un Ángel caído en manos irresponsables.

   Siento una profunda crispación, un vacío difícil de apaciguar ante una sociedad plegada a la muerte inútil de quién podía haberse salvado. Noa se dejó morir porque dejó de comer y beber. Su madre la miraba sin poner los medios necesarios para darle asistencia médica, o mejor dicho, asistida por médicos convencidos de que debía morir porque así era su última voluntad. La contempló durante 10 días, pasiva y quejándose de la falta de ayuda psicológica, hasta que el último aliento de su hija abandonó este mundo.

   Ahora sólo quedan algunas páginas impresas en los periódicos, y el fervor de un público que aboga por el aborto y la Eutanasia como algo lógico y plausible, con la complacencia de familiares que la han despedido desde el salón de su hogar, como quién despide a un enfermo terminal. Y no es así. Noa estaba convencida de que su lucha había terminado, y dijo “sigo respirando pero no estoy viva”. Algo irrisorio y cruel, cuando el cáncer acaba con la vida de niños y adultos sin solución a esta grave enfermedad.

   Pero Noa sólo era una niña con depresión, una adolescente que no veía la luz al final del túnel porque nadie se molestó en indicarle el camino. La joven que sufrió abusos sexuales en su niñez por su primo, y según su corta experiencia vital, ya no podía resistir más. Sin ánimos para comer y beber, escribió: “el amor es dejar ir, en este caso”. Y yo digo que No. Que en este caso el amor la habría salvado incluso de ella misma. Que la devoción de una madre es dejarse la piel por su hija sana, aunque sea una enferma emocional. Que se pueden administrar alimentos por vía intravenosa, medicación y toda la actividad médica puesta al alcance de un país rico y supuestamente desarrollado.

   Porque mi indignación ya pone en duda que Holanda lo sea, pone en duda el servilismo de una civilización que defiende la Muerte asistida desde el 2002 aunque lleve años ejerciéndola. Ha sido el primer país europeo en legalizar una ley tan controvertida como escandalosa. Holanda se ha convertido en el adalid del suicidio, en la promiscuidad de la Parca con la guadaña segando una piel tierna y frágil. Y con  el esperpento añadido de una diputada verde, Lisa Westerveld, que conocía la historia y que fue a despedirse de Noa prometiéndole que continuaría con su lucha. ¿Pero qué lucha?

   No hay lucha sin resistencia. Y nadie la ayudó a resistir. Es el breve diario de una vida adosada a las redes sociales y a Internet donde se despidió esta menor, perdida en sus sueños de ángel.

   Esta hermosa adolescente se ha ido dejándonos el regusto amargo de una terrible injusticia. En el salón de su casa, rodeada de su familia recibió la muerte como quién recibe una visita amiga. Y no es así. Lloro por Noa, por su sensibilidad, y por una enfermedad que era reparable con ayuda y amor, y me cuesta admitir su derrota. Me cuesta admitir que necesitó ayuda y “no” comprensión. La comprensión en este caso es peligrosa y yo sigo sin comprender nada, porque detesto la perdida de una hermosa joven, bella, y con un mundo por delante que nunca llegó a descubrir.

   Adiós Noa, tu alma pura es un ángel caído que ya vuela hacia el Infinito azul del Cielo.



ROSA MARÍA VERA