viernes, 28 de agosto de 2009

FONDO MARINO






FONDO MARINO


La emoción es la mariposa del espíritu. Salta, revolotea, y enmudece el cuerpo mientras nuestro corazón late al ritmo de una orquesta submarina. A 200 metros de la orilla se encuentran arrecifes rocosos que despiertan el deleite de los buceadores. Nado desde la orilla con mi puñal atado al muslo y el equipo necesario para una incursión acuática. Voy sola, sin nadie que vele por mí, y el riesgo corta mi piel con su dolor más afilado. El traje de neopreno no resguarda lo suficiente como para no herirme en un accidente fortuito; pero aún así siento que los dioses me protegen como a una pupila rebelde.

Y no sé si soy una ninfa perdida o una mujer temeraria y poderosa.

Es el poder de amar la naturaleza y su entorno más hostil aunque no nazcamos con escamas y nuestros pies sean aletas del mar. Respiro con fruición, sin respirar apenas, y la apnea es el hándicap del ser humano. Los peces me envuelven como un coro de ángeles veloces al tiempo que mi cámara acuática dispara sin cesar. Realizo un vídeo con la respiración entrecortada, escondida detrás de una roca sumergida. Tengo que tener cuidado con los erizos y las anémonas que amenazan con inocularme su veneno protector. Trepan y me observan diminutos crustáceos desde el interior de sus madrigueras.

(Y recuerdo a mi padre como el pescador que se soñó inmortal, bebiendo el dulce licor del anochecer al tiempo que sus redes recogían el Alba)

Una hora y media después de bucear exhausta y rendida ante el paraíso que vibra junto mí, regreso con mi cámara repleta de imágenes y la terrible sensación de profanar un santuario que pertenece a sus moradores. Recordando aquel mar de la infancia que sucumbió entre doradas, congrios y rayas, y que el viejo pescador sabía respetar.

Y no sé si soy una niña perdida, o una diosa frágil que lucha por sobrevivir nadando hacia la superficie. Un espécimen raro y exótico en este océano de incertidumbre, dejando tras de sí una poza marina oscura y peligrosa.



ROSA MARÍA VERA

ARDE EL MAR



ARDE EL MAR


Arde el mar con fuegos que salen de las catacumbas del océano. Vierten su lujuria de luz sobre rostros que beben y brindan asombrados desde la cubierta de un barco. Es la feria de las vanidades, el ocaso de los malditos, la alegría de vivir otro año una feria que se prohíbe uno mismo cuando la noche se cierne con su garra agotadora.

Bum, flas, ufff y el runruneo de la salsa sobre la pista de baile. Los cuerpos acompasados con una mejilla pegada en otra y una piel que no es la tuya susurrante. Tropiezas y danzas con flores en el pelo y lío de tacones sobre la madera de un barco antiguo. Es una fiesta VIP, el lujo de los trajes de salón, y el ticket de unas horas que fluyen entre la estela del sueño y el duermevela del gin tonic.

Y luego saltas a la arena y te confundes con los viajeros de la noche, aquellos que montan una moraga y se bañan entre las olas, viviendo. Y luces la mejor de tus sonrisas, y ríes como nunca has reído antes, y lloras cuando piensas que la página de un libro de luz ilumina -una vez más- tu sendero.

El sol se fue con las gaviotas, y el amanecer tiembla desposeído de odio.


ROSA MARÍA VERA

ARDE LA FERIA



ARDE LA FERIA


Málaga se viste de feria, y son las estatuas vivas de calle Larios lo más impresionante y conmovedor. El espectáculo viviente de pobres que se ganan la vida como ricos vistiéndose con fastuosos trajes de época. Brujas, magos, saltimbanquis, y señoritas del siglo XIX que nos agrandan el alma y empequeñecen la mirada.

Arde la feria con lujuria de casetas, vino, lunares por el cuerpo, y baile aflamencado degustando los platos típicos de la tierra. No hay dinero, la crisis es palpable en la afluencia de público, pero el espíritu de la diversión burbujea en el estómago participando del gran evento del verano y su propaganda consumista.

Siempre la misma polémica alrededor del Centro y del Cortijo Torres, de caballos y descamisados ensuciando la imagen de Málaga, y de los precios que algunos consideran desorbitados. Y es cierto, la economía es un hándicap y el bolsillo de los malagueños no anda proclive para el despilfarro. Las casetas del Real deberían ser recintos estables invirtiendo el ayuntamiento en mejorar sus infraestructuras, y los precios de las consumiciones tendrían que homologarse en una media razonable para evitar abusos incontrolados.

Arde la feria mientras mueren personas por la gripe A que todavía ignoramos; que la OMS no aclara; que la vacuna está en fase de experimentación; y que la derivación en neumonía nos asfixia en la duda más absoluta.

Arde la feria mientras el gobierno no explica las escuchas telefónicas, y ataca y muerde con su mejor arma defensiva: la publicidad mediática de políticos del PP esposados en Palma, y un blog lapidario y ruin sobre Camps.

Pero así arde la feria, problemática y triunfal, bullanguera y vitalista; y con ella nuestra pasión por vivir el día hasta caer desfallecidos entre las estrellas. Aquellas que cantan, sueñan, y bailan al amanecer entre lluvias de Perseidas y Pobres de necesidad.


ROSA MARÍA VERA