miércoles, 25 de abril de 2012

EL PROYECTO TUTÚ





EL PROYECTO TUTÚ

Bob Carey es el marido perfecto, el hombre que muchas mujeres ansían tener. Y no porque sea ejecutivo de una gran multinacional, su atractivo sea innegable, o el poder del dinero firme su biografía, sino porque su originalidad traspasa inhóspitas fronteras: las fronteras de la insensibilidad y la indiferencia. Su mérito: la extravagancia de divulgar su amor a través de una sonrisa, desnudarse sin pudor, reírse de sí mismo, y mostrar su humanidad como un guiño a una sociedad anclada en la absurda corrección burguesa.

Un señor gordo, barrigón y peludo pasaría desapercibido en una gran ciudad, -otro viajero sobre el asfalto-, pero si se desnuda y se viste sólo con un tutú para posar como una modelo en tierra salvaje, su valía deja al descubierto la inocencia y la locura del amor. Del amor a su esposa, enferma de cáncer de mama desde el 2003, del amor hasta el paroxismo por verla sobrevivir en esa jungla maldita llamada enfermedad.

(Agravio que duele, con ese dolor infame, sórdido y oscuro)

Bob se fotografía una y otra vez, en un campo de maíz, frente al Cañón del Colorado o junto al Puente de San Francisco, siempre vestido con un tutú, cual ingenua bailarina. Muestra su torso de pelambre, sus gruesas pantorrillas y su cuerpo maduro al socaire de un mundo necesitado de la belleza de la sencillez.

(Y tiembla la flor cuando permanece callada, quieta en su luz)

Este fotógrafo estadounidense quiere desnudarse del todo, nacer a la vida con la ilusión infantil del conocimiento primario, blanco y luminoso por imperfecto, con la hermosura de la ingenuidad; y abanderarse contra el sufrimiento a través de una imagen, su imagen, que vale más que mil declaraciones de amor.

El proyecto Tutú se recoge en un libro titulado Ballerina que se publicará en octubre, pletórico de fotografías hilarantes donde se pueden leer las historias de un chico y su tul rosa. Bob carey es el alma del proyecto, el espíritu de una empresa destinada a recaudar fondos en la lucha contra el cáncer. Su misión no es imposible ni descabellada; su destino es tan sencillo y elevado como el amor a su esposa o a quién padezca la terrible enfermedad.

Si Bob no existiera, tendría que inventarse, porque el caudal de su humanidad enternece y renueva la tierra, -harta ya de agravios y desmanes-, repartiendo espigas de sonrisas, donde la inocencia, la claridad del alma y la locura de espíritu harán historia en un libro original e inmaculado: el proyecto Tutú, la inmortalidad de un sueño.

(Y mientras tú me pienses, viviré)


ROSA MARÍA VERA

miércoles, 18 de abril de 2012

LAS EXCUSAS DEL REY




LAS EXCUSAS DEL REY


El Rey ha pedido disculpas a todos los españoles sobre su inoportuna cacería en Botswuana. “Lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir” han sido sus palabras con gesto cansado y cual niño cogido en falta. No sé si sus asesores han escogido bien el breve discurso, y si la coletilla final se podría haber suprimido, pero sí sé que en este país no se disculpa ni Dios. En esta tierra de desmanes, arruinada por una nefasta gestión económica, con un nivel de paro superior a los 5 millones, y con una prima de riesgo apabullante, que se sepa nadie ha pedido perdón por llevarnos a la bancarrota.

El ministro de asuntos exteriores, Margallo, funcionario que cobra un sueldo del erario público, comparó la nacionalización del 51% de Repsol como un disparo en el pie. Y todavía no ha pedido perdón por su necia comparación. Un diplomático debería tener más tiento porque se presume del dominio de su profesión y porque sabe que los ánimos andan caldeados y que la opinión pública no perdona fácilmente esos dispendios tanto verbales como económicos.

La cacería del Rey Don Juan Carlos marcará un antes y un después en el curso de la historia, y no porque haya matado un elefante ni por su viaje a un país que hasta ahora desconocíamos; sino porque la trayectoria de la corona hasta ahora había sido ejemplar, y porque la transición de la dictadura a la democracia fue impecable gracias a la labor del monarca. Pero desde que el yernísimo entró a formar parte de esa tropa de vagos y maleantes, la Casa Real ya no es la misma. El disparo fortuito de su nieto también ha contribuido a distorsionar su imagen, y para colmo de males parió la abuela elefanta y el Rey se descuajaringó antes de disparar una bala.

Ha sido un cúmulo tan desorbitado de adversidades, que o bien al Rey lo ha mirado el gafe de Zapatero, o hay un conjuro de los Dioses para que se replanteen algunos cambios. Los republicanos se frotan las manos, las asociaciones de defensas de los animales también, y las disculpas del Rey reverberan en el aire como un disparo al cielo, lejano e infinito.

Sería demagógico decir que con la que está cayendo el Rey no puede tener vida privada, porque si esto fuera así, ningún político podría salir de la Moncloa, y ya sabemos todos que algunos viajan “gratis total” a cargo de los Presupuestos del Estado y nadie se rasga las vestiduras.

Por eso me parecen excesivas las disculpas del Rey, no por el fondo, sino por la forma, y porque sus asesores han cometido el error de rebajarlo a un nivel inferior al de cualquier político. Políticos que son funcionarios de la administración del Estado, -ineptos páter de la patria- que roban, especulan y dilapidan nuestro dinero sin que pidan perdón ante las cámaras.

Un error la cacería de elefantes que se ha corregido con otro error de concepto. Bien que el Rey pida disculpas en una declaración pública breve, concisa y cuidada en los términos, pero no que se humille ante el pueblo cuando nuestro Jefe de Estado es querido fuera de nuestras fronteras, y cuando España -caída en desgracia- está en el telescopio de Europa.

ROSA MARÍA VERA