martes, 26 de marzo de 2013

LOS PIES DE DIOS




LOS PIES DE DIOS


   La primavera nos rescata de las sombras con una hora más de luz solar, y nos tiende un lazo oloroso junto al desenfreno místico de las procesiones. Sucumben nuestros pies ante el esfuerzo de unos hombres de trono que llevan la pasión de Cristo con la vehemencia de gladiadores. Nos aprietan los zapatos en una extraña simbiosis, y seguimos la sangre oculta de otros pies vibrando bajo imágenes fantasmagóricas que salen del claustro de la Iglesia.


   Reza el pueblo y las campanas repican con el tañido de la muerte. El foso de nuestra cultura ancestral muestra su gallardía y el cofrade resiste enhiesto el peso acumulado sobre su hombro. Su traje oscuro marca un estilo que desbanca la pretensión de ir uniformados.

   Es la túnica del difunto latiendo en esta Semana del dolor, y penitentes que acogidos a un delirio barroco siguen el Paso con los ojos vendados, descalzos y arrastrando cadenas. Fiebre de cilicio y cruz ahonda en este arrebato medieval de martirio colectivo.


   Anoto el diario de un fervor que duele en carne ajena junto con exclamaciones de júbilo: una alegoría de lucha y esfuerzo mientras los pies de Dios recorren el asfalto produciendo llagas a los mensajeros del resucitado.

   Corre el cáliz por gargantas resecas cuando los nazarenos toman su copa en el descanso obligatorio, y dan de beber al sediento portador de una fiesta que es un universo de religiosidad y élite social. Quien no pertenece a una cofradía se siente huérfano de la historia, deambulando como un turista apátrida aromatizado de incienso.

   La Semana Santa imprime su sello inconformista y expande el sufrimiento que subyace en cada memoria individual. Es una declaración lúdica, pasional, y desesperada, que desgarra los sentidos cuando se oye el cántico doliente de una saeta. Un llanto rescatado de la penumbra hacia la luz, donde las lágrimas se descubren hasta en las mejillas más escépticas. Quién no cree en la Semana Santa, sí cree en la pasión de un pueblo (España) dolorido.


   Una Semana de dolor que revive la redención humana salvándola de su trágico final como especie. La subida al cielo inmortaliza la hegemonía del espíritu: un resucitado nos aguarda.



ROSA MARÍA VERA


 



sábado, 16 de marzo de 2013

LAS SANDALIAS DEL PESCADOR



LAS SANDALIAS DEL PESCADOR


   La descortesía y la mala educación sumada a la estupidez juegan un papel demoledor entre necios comentaristas que profesan su fe a la estulticia. Voltaire en su correspondencia a M. de la Harpe confesó, que si uno no es sensible, nunca será sublime.

   El Cardenal Jorge Mario Bergoglio ya es Francisco I, cabeza visible de la Iglesia católica y Obispo de Roma. Tras salir elegido ya hubo voces discordantes que lo vinculaban a un dictador y dudaban de su capacidad para conectar con el pueblo.

   Nada más lejos de la realidad. En lugar de coche oficial el nuevo Pescador de almas viaja en Bus y subscribe la pobreza de San Francisco de Asís. Asume un papel renovador y anhela salirse de los cánones oficiales del boato que conlleva su cargo.

   Ya veremos si lo dejan. Si dejan que el nuevo Papa como Jefe de Estado del Vaticano reparta riquezas y considere que los pobres merecen más consideración y menos oratoria.
   No sólo de rezos vive el hombre, aunque la oración para los cristianos sea su diálogo con Dios, sino de obras y eficacia. Y el vicario de Cristo parece dispuesto a unir la bondad de Juan Pablo II con la predisposición de Benedicto XVI de ser práctico y no dejarse embaucar por convencionalismos inútiles.

   Ojalá Francisco I recoja el báculo de Pedro y lleve con humildad las sandalias del Pescador. Los fieles quieren un Papa moderno, útil y combativo con las desgracias ajenas. Pero al mismo tiempo piadoso, humilde y luchador por redimir a la Iglesia de lacras que han mermado su credibilidad.

   La Santidad no radica en el hábito y los hombres caen de sus altares aunque estén rodeados de incienso.

   Si el nuevo Apóstol de Jesús consigue que la fe ilumine el mundo católico y emerja la semilla de la paz entre las diferentes culturas, su elección habrá sido un triunfo. El triunfo del Espíritu en forma de paloma elevándose sobre las cumbres de un mito: el demonio, siempre presente cuando la humanidad sufre los embates de un ángel caído.



ROSA MARÍA VERA