martes, 30 de julio de 2013

VIAJE MORTAL




VIAJE MORTAL



   Todavía palpita la sangre sobre las vías del tren. Roja y húmeda, oscura y maldita, coagulada y difícil de borrar tras lamer la superficie. Las velas arden por los fallecidos, crepitan las luces de un fuego eterno por aquellos que yacen en los hospitales con la incertidumbre de su recuperación. Ya no hay luto, sino pena; desesperación y desánimo por un accidente que pudo haberse evitado y que pasará a la crónica de sucesos con el toque surrealista de una actuación funesta.


   Las víctimas inocentes de la estulticia de un maquinista siguen vivas en el recuerdo y en la indignación que nos provoca la muerte cuando es fortuita y brutal. El accidente ferroviario en Santiago de Compostela tiene un único culpable, y hablar de fallos técnicos tiene un recorrido muy corto. La caja negra del tren ha dicho la última palabra: el convoy iba a 192 km/hora mientras el conductor hablaba por teléfono ajeno a los límites de velocidad, y al pisar el freno el tren descarriló a 153 km/hora saliéndose de la vía.


   Todavía no comprendo muy bien cómo funciona la selección del personal de RENFE, y si éstos asisten a controles médicos y psicológicos de forma periódica al igual que lo hacen los pilotos de avión y los controladores aéreos. Si esto no es así, la gravedad adquiere tintes trágicos porque de la salud mental de un conductor dependen cientos de vidas.


   Es inaudito que un trayecto se convierta en un viaje mortal sólo por una conducción descabellada. Todavía siguen ingresadas 66 personas en hospitales gallegos, 15 de ellas en estado crítico, y si no se depuran responsabilidades y no hay dimisiones, las muertes habrán sido en vano.


   No es cuestión de hacer leña del árbol caído, sino de elaborar un sistema de defensa. Defensa contra el dolor, la indignación y la pérdida de vidas que nunca debieron morir ese trágico día. 

   Aún permanece el olor a incienso, crepita el llanto mientras las lágrimas horadan la tierra, allí donde el pulso dejó de latir.




ROSA MARÍA VERA