jueves, 20 de marzo de 2014

LOS FANTASMAS DE LA MEMORIA

 
LOS FANTASMAS DE LA MEMORIA



A mi padre,
In memoriam

La memoria es el goteo del agua sobre la roca. Horada su superficie y penetra hasta el último rincón de la piedra. Es imperdonable al olvido, subyace en nuestro inconsciente, aterra, incomoda, y busca la salida como el superviviente en el proceloso mar de la vida. Es el salvoconducto de los fuertes, y el espectro de los débiles; el suspiro de poetas, y la tenaza canalla del mediocre. La memoria cura la sensibilidad herida y sostiene el mástil equilibrando el barco del infortunio; la hiedra que asfixia serpenteando el muro, y la ola que languidece sobre la arena.

La memoria no es un lastre sino la combustión de un motor en marcha. El apetito que sufraga a espíritus visibles únicamente a nuestros ojos; la gravidez del ser que permanece a nuestro lado; el impulso de la herencia hacia pretéritas cumbres, y el soplo gélido de fantasmas que acompañan a la tristeza en nuestras horas más sombrías. El sueño de la memoria nos golpea en el despertar de la noche cuando la llama de una luz alumbra con el fulgor del relámpago difuso y fantasmal. No se marchita ante el honor contrariado; sustenta el orgullo, se nutre de la soberbia, y sigue incansable los consejos del patriarca sigiloso y ausente.

Los fantasmas de la memoria no nos necesitan tanto como necesitamos nosotros de su presencia. No escatiman esfuerzo y nos indican el camino: las cartas de navegación que conservamos como el único tesoro rescatado de la infancia. Del mar en tempestad de espíritu, surge el ayer adolescente cuando aún el sol luchaba por salir del horizonte de peces vivos, dorados, como la misma brisa empujando la barca a rebosar de espuma.

La memoria es el anzuelo que tira del cebo hacia la boca del recuerdo. La luz meridiana del amanecer y esa fuerza interior que nunca olvidamos cuando el cubo de la vida duele lastimado. Heridos en el orgullo, resistimos, porque la fortaleza consiste en preservar el valor de la enseñanza y porque no podemos pagar el tributo obsceno de la desmemoria.

La memoria no condena, sino redime. Surge como la espada blandiendo con el verbo del vencedor que no es vencido. La memoria no niega, sino que rinde pleitesía a la resistencia del que corre en su huida hacia adelante con valor y arrogancia. No frena su ímpetu, sino que lo impulsa hacia el justo equilibrio de la observación y del análisis. La memoria es la justa herencia del pundonor y la valentía de demostrarlo.

Respiro vehemente el sabor profundo de otra vida, y una serena humedad resplandece por mis ojos. Los fantasmas de la memoria nos rescatan, nos mecen en susurros, y silban nuestro nombre cuando andamos perdidos. Surgen de la tierra que nos hace soñar, y ahora vuelvo a escuchar su sonido: el aire gélido de la noche en mi cara, el temblor de una figura que cruza el umbral, el devenir ambulante de otro ser mientras tecleo las pausas de mi espíritu.

Siento, estoy viva, y una brisa del más Allá susurra quedo junto a mí, pronunciando una mágica palabra: aguarda.


ROSA MARÍA VERA

jueves, 13 de marzo de 2014

LA TIENDA SUMERGIDA





LA TIENDA SUMERGIDA

   
   España es una gran tienda sumergida dónde la mitad de los empleados se asoman al mostrador por unas horas cotizadas en su contrato de trabajo, cuando realmente trabajan el doble de lo estipulado en los papeles. La economía bajo el agua aumenta durante la temporada veraniega. Los hoteles reciben el grueso de turistas ávidos de sol, marcados al fuego como cangrejos marinos y los comercios alargan su apertura ante la nueva clientela dispuesta para el consumo de suvenir.


   Con el euro disparado y la disminución de clientes atestando nuestras orillas, las empresas no dudan en contratar mano de obra barata aunque el esfuerzo humano derive en horas extras impagadas. La oferta de empleo ambulante ameniza una ciudad que sobrevive como una noria: cuando unos suben al carricoche, otros se están bajando para sumarse a la lista del paro.


   La escasa diversidad de empleo genera una lista más larga que la ‘lista Schindler’. Y es que controlar a los empresarios es obra de las administraciones. ¿Pero quién controla a los controladores? El aumento de impuestos y la escasa infraestructura de la ciudad generan un confeti navideño. Hay que tirar de la lista de contratación a tiempo parcial para subsistir en arenas movedizas como son la hostelería y los comercios que salpican nuestra ciudad sobreviviendo a la vorágine de las grandes superficies. La tendencia de la Administración hacia una mayor flexibilidad en los contratos a media jornada, permite el descenso en las colas del INEM para sellar la tarjeta de desempleo.


   Las mujeres y los jóvenes componen un colectivo de beneficiados por la vista gorda de la Inspección de trabajo. Y es que la gran Tienda sumergida está compuesta por muchas personas que no dudan en sacrificar horas cotizadas, ‘al vuelo’ de quedarse sin empleo, por euros a fin de mes.


   El trabajo es un bien tan escaso como el agua. De ahí que estemos siempre con la ‘letra al cuello’ si no sabemos nadar y guardar la ropa. El medio ambiente se tambalea más agujereado que una ducha y el agua se encarece más que el petróleo. Los países árabes intercambian oro negro por plata potable. Y es que el resurgir de la vida siempre está en la humedad ambiental. La economía sumergida subsiste precisamente por eso. Necesitamos sobrevivir bajo el agua o entre dos aguas aunque tengamos que sacar la cabeza fuera para tomar oxígeno. Sólo el tiempo justo para respirar y volver otra vez a la profundidad marina del esfuerzo cotidiano.



ROSA MARÍA VERA

lunes, 10 de marzo de 2014

" LA GRAN BELLEZA "




“LA GRAN BELLEZA”


   “La gran belleza” película ganadora de un Globo de Oro a la mejor cinta en lengua extranjera, está ambientada en Roma y tiene como protagonista al escritor Jep Gambardella, hombre maduro y sesentón que se plantea su trayectoria vital bajo el prisma de la decadencia.

   El film no tiene un hilo argumental al uso, no hay un núcleo o una trama que indique el desarrollo de una historia, sino al contrario, es una sucesión continua de flashes o imágenes impactantes en la retina del espectador. Es un flujo constante de surrealismo, escenas atípicas, y personajes sacados de una trastienda burlesca y cómica en una ciudad que antepone sus miserias al recurso arquitectónico del lujo y la ostentación de sus monumentos.

   El protagonista ha pasado la barrera de la madurez para entrar de lleno en sus recuerdos de juventud. Ha llegado a un punto crucial de su existencia donde su planteamiento de vida radica en la lejanía virtual y física, en la mirada impasible de quién ya no tiene nada que perder porque lo mejor de su vida ya pasó y lo tiene todo perdido. La edad dorada del pasado figura como un plasma de sueños sin resolver en un presente plagado de figuras distorsionadas por la amargura de la vejez. 

   Los fotogramas del autor tienen la distinción de una Roma histórica, la idiosincrasia de una filosofía y una oratoria marcada por unos diálogos cruciales a la hora de manifestar la línea argumental de sus protagonistas. Da la impresión de que el presente es una máscara distorsionada por una realidad desagradable, por la retórica de una belleza inexistente y de cuya búsqueda el escritor Jep Gambardella abandera como el último fin de su angustia vital.

   El director nos muestra la acidez de una sociedad mundana y superficial marcada por el sexo y la lujuria de unos placeres perdidos, contraponiéndolo a la profundidad de una Italia religiosa y reverente con sus mayores. El personaje de una monja subiendo los últimos peldaños de su vida, arrastrándose en el tiempo y mostrando la terrible decadencia de los años, nos arrastra hacia la repulsión de un espejo en el que nadie quiere mirarse y todo el mundo ansía olvidar en el bullicio imparable de fiestas y bailes dislocados.

   “La gran belleza” logra su objetivo: el último viaje del ser humano antes de exiliarse en la otra frontera, en el más allá inevitable que es la muerte, y cuyo final es el alma de esta gran película. Una maraña de personajes pseudo-intelectuales que conforman una fauna animal de espectacular fotografía. Película que sin ser una genialidad artística, sí destaca por su extrema lucidez y la sarcástica ironía de una desnudez brutal y amarga de la decadencia humana.

ROSA MARÍA VERA

viernes, 7 de marzo de 2014

ADELGAZANTES




ADELGAZANTES


   Las pastillas siempre han tenido un hueco especial en la botica de nuestra vivienda. El ciudadano medio cuando no juega a los juegos de azar, le da por el botiquín y las píldoras. Nuestra báscula mental se agiliza con la ruleta rusa del estómago. Si un ‘augur’ o un estudio de mercado arrojasen un balance del gasto farmacéutico anual por persona, sorprendería la adicción del ser humano por la medicación asistida.


   Baltasar Gracián en su oráculo manual y arte de la prudencia dice: “Dejar hacer la naturaleza allí, y aquí la moralidad”, refiriéndose a nuestra manía por las cápsulas coloreadas, cuando el arte consiste en no aplicar remedios incurables. Y es que el efecto placebo puede ser el mismo si compramos una caja de juanolas o unos comprimidos de jalea real, que ingerir píldoras para sosegar “vulgares torbellinos”.


   La obesidad tiene sus riesgos, pero una delgadez manipulada con fármacos puede ser mortal si no hay un control médico honesto y riguroso. Según la moda impuesta por modistos andróginos y modelos anoréxicas, hay que tener la esbeltez de un pararrayos o la anchura de una escoba para conseguir la categoría de estéticamente escuálidos, pero guapos a rabiar para lucir las tallas que nos venden en las pasarelas.


   Los productos adelgazantes que se acogen a la geometría vertical para hacer su agosto, -una oenegé impuesta por la alta costura y la falsa cultura del absentismo comestible- no sólo quitan el apetito sino que son nefastos para nuestro organismo. En los países tercermundistas el hambre merodea entre pequeños y adultos esquilmando una población despreocupada por el sobrepeso. Un adelgazamiento obligatorio que los gobiernos deberían subsanar erradicando a políticos corruptos que rapiñan el reparto de bienes.


   Porque la conquista humana más importante está aquí en la tierra, y el Espacio puede esperar años luz. Los que pasan hambre tienen las horas contadas, y las huellas del cansancio agotan ya nuestra paciencia.



ROSA MARÍA VERA