MORIR MATANDO
A la derecha española le ha faltado sincronización a la hora de presentarse a las elecciones. El enemigo lo tienen
dentro y todavía no se han percatado hasta que el fracaso electoral los
arrincona frente al espejo, al Hades. Juntos
han querido morir matando, pero a sí
mismos, y ese problema es un lastre
que se lo tienen que hacer mirar. Como decía Miguel Hernández “quiero mirar la
tierra hasta encontrarte / y besarte la noble calavera”. Y la tierra de España se tiñó
de rojo sangre y de lágrimas, mientras el azul del mar se diluía en la arena de
la muerte.
Una muerte prematura para el líder del PP, al que
dejaron una herencia nefasta. Mariano Rajoy fue su hacha destructora porque no
supo dimitir a tiempo y su soberbia le está costando el puesto a un acólito
inexperto aunque no le falte voluntad. Vox es punto y aparte en el trifachito, apodo que usaba el
enemigo frente a las tres coaliciones,
porque Vox sólo mira hacia dentro y a un futuro que no quiere compartir ni con
Ciudadanos ni con el PP.
Su líder Santiago Abascal no duda en mencionar a la
“derechita cobarde”. Se montó en su
caballo como un Cid Campeador queriendo batir el problema del Prusés desde la
atalaya de las redes sociales. Su bandera no le ha servido para recaudar
votos y conseguir una oposición válida dentro del organigrama de su proyecto
defendiendo una España de ruedos y cacería nacional.
Pedro Sánchez supo articular muy bien su discurso en
los debates por televisión, manteniendo un perfil bajo y sin mencionar el
problema catalán porque estaba vetado. Ahora
dice que quiere gobernar solo, se siente fuerte aún sin mayoría absoluta
porque se sabe deseado como una novia adinerada frente a una pléyade de
pretendientes interesados.
Pablo Iglesias le tira los tejos, Rivera no quiere
saber nada, pero el enemigo catalán está
en la sombra moviendo los hilos para sustentarlo en el poder y mantener
alianzas que desarticulen la Constitución
y enarbole el país hacia un Estado federal. De ahí sus ataques a la Monarquía y
su golpe al corazón de la unidad territorial el 1 de Octubre.
Pedro Sánchez no tuvo
ningún escrúpulo en hacerse con el poder aupado por el nacionalismo catalán tras la moción de censura a
Mariano Rajoy; y ahora triunfador en estas elecciones, tampoco tendrá
ningún temor a mantener alianzas que le auguren un asentamiento político a
perpetuidad. Al menos, hasta que pasen cuatro años y la ciudadanía se contente
con las migajas que propone la izquierda. El
victimismo de Sánchez y sus salidas de apoyo a un feminismo de salón, le
han hecho valedor frente a una derecha confundida y atemorizada ante un
partido que le ha hecho el caldo gordo a la izquierda.
Vox no ha triunfado, pero ha herido de muerte a sus
enemigos más próximos que son el centro derecha. Un centro que ha recibido el líder de Ciudadanos como un regalo, porque
Casado sigue outsider antes y después de la catástrofe. Después de la
pérdida de 71 escaños está sentado encima de un volcán, y sólo falta que no
muera en el envite y que Sánchez no se ría como una hiena ante unos políticos
de derecha que quieren morir matando.
“Me quiero despedir de tanta pena/ cultivar los barbechos
del olvido/ y si no hacerme polvo hacerme arena”.
La tortura continúa hasta que la muerte sea más
llevadera.
ROSA MARÍA VERA