VATICINIOS
Cuando el mundo entero era una pléyade de cortesanos en torno al recién nombrado presidente de EE.UU -el vitoreado Obama-, escribí un artículo manifestando mi desafección a la gran mayoría. No creía en las virtudes de Obama, ni en sus futuros éxitos, -a pesar del posterior empujón del Nóbel-, y el tiempo ha corroborado mi vaticinio.
Tampoco creía en las habilidades de nuestro presidente Zapatero, y narré un sueño sobre el cual, el insigne talante del cejijunto bambi pendía de un globo sobre un mar tempestuoso. También escribí sobre el error de abrir la mano con “papeles para todos”, porque aunque Solbes señaló el incremento de las arcas de la Seguridad Social, calló sobre el perjuicio ‘a posteriori’ de las listas del paro y el subsidio correspondiente a los desempleados “sin papeles”.
No es cuestión de clarividencia, sino de lógica y sentido común. Aunque algo tenga que ver el sexto sentido sobre un mapa invisible.
Ahora vienen los parches, las pomadas reparadoras e inicuas, y el aumento de la edad de jubilación a los 67 años. A estas alturas, el gobierno tiene las manos atadas a un lastre difícil de erradicar. El paro es insostenible, y la cuerda se tensa demasiado y se deshilacha por momentos. El Zapatero de Hammelin desentona con su flauta, y no hay melodía que repare el daño causado, a no ser un espectacular vuelco. Y el vuelco vendrá con las urnas y con su destitución, porque el ciudadano no quiere líderes de humo, sino resultados y eficacia. No desea sonrisas y simpatía, sino la hucha llena y un plato caliente para cenar.
Ya el suflé de las alegrías del gasto social es sólo una masa fría y estéril cuando no hay dinero, o cuando se ejerce de cigarra feliz en lugar de hormiga realista.
Y es que las promesas se las lleva el viento de la estulticia, y la inteligencia sólo queda en manos de quién quiera coger el toro por los cuernos. O sea, en nosotros.
ROSA MARÍA VERA