viernes, 29 de enero de 2010

VATICINIOS



VATICINIOS

Cuando el mundo entero era una pléyade de cortesanos en torno al recién nombrado presidente de EE.UU -el vitoreado Obama-, escribí un artículo manifestando mi desafección a la gran mayoría. No creía en las virtudes de Obama, ni en sus futuros éxitos, -a pesar del posterior empujón del Nóbel-, y el tiempo ha corroborado mi vaticinio.

Tampoco creía en las habilidades de nuestro presidente Zapatero, y narré un sueño sobre el cual, el insigne talante del cejijunto bambi pendía de un globo sobre un mar tempestuoso. También escribí sobre el error de abrir la mano con “papeles para todos”, porque aunque Solbes señaló el incremento de las arcas de la Seguridad Social, calló sobre el perjuicio ‘a posteriori’ de las listas del paro y el subsidio correspondiente a los desempleados “sin papeles”.

No es cuestión de clarividencia, sino de lógica y sentido común. Aunque algo tenga que ver el sexto sentido sobre un mapa invisible.

Ahora vienen los parches, las pomadas reparadoras e inicuas, y el aumento de la edad de jubilación a los 67 años. A estas alturas, el gobierno tiene las manos atadas a un lastre difícil de erradicar. El paro es insostenible, y la cuerda se tensa demasiado y se deshilacha por momentos. El Zapatero de Hammelin desentona con su flauta, y no hay melodía que repare el daño causado, a no ser un espectacular vuelco. Y el vuelco vendrá con las urnas y con su destitución, porque el ciudadano no quiere líderes de humo, sino resultados y eficacia. No desea sonrisas y simpatía, sino la hucha llena y un plato caliente para cenar.

Ya el suflé de las alegrías del gasto social es sólo una masa fría y estéril cuando no hay dinero, o cuando se ejerce de cigarra feliz en lugar de hormiga realista.

Y es que las promesas se las lleva el viento de la estulticia, y la inteligencia sólo queda en manos de quién quiera coger el toro por los cuernos. O sea, en nosotros.


ROSA MARÍA VERA

miércoles, 20 de enero de 2010

लॉस CUEVAS






CUEVAS

Quien no haya estado en las cuevas de Guadix se pierde un enclave original que algunos despabilados descubrieron en su día. No hay mejor albergue al calor del fuego y alejado del frío exterior que una cueva troglodita transformada en vivienda. Y si no, que se lo pregunten a los viajeros y compartan techo y romería en la festividad del Santo de Guadix.

No hay lugareño que no lleve a su mascota para que lo bendiga San Antón, y hay que darle 9 vueltas a la ermita si uno quiere que el año sea próspero y las cosechas maduren a su debido tiempo. El problema es que el Santo es muy pobre y la ermita se cae derruida. El techo es de tablones de madera carcomida por la humedad, y no hay retablo que adorne una pared. Es otra cueva, aunque religiosa y lúgubre, y da grima que una población cuente con un San Antonio Abad tan humilde.

Santiago Pérez López, alcalde accitano de Guadix, debería recaudar fondos y hacer un esfuerzo por adecentar la ermita, ubicada en pleno centro de la ciudad. Es de vergüenza ajena que el turismo sólo se concentre en las confortables cuevas y disfrute de un paisaje de montaña arrollador, mientras que el espíritu religioso queda al socaire de la ruina más absoluta.

No sólo la catedral con planta renacentista es un enclave estratégico, o la conexión de alta velocidad Granada-Almería favorece el progreso de la ciudad, si nos atenemos a una costumbre arraigada entre los lugareños. Está claro que una ermita no vende imagen de modernidad, y es San Torcuato el gran Patrón del pueblo, pero el desfile procesional de San Antón desde la iglesia a su ermita tendría que cuidarse con más mimo.

No es cuestión de pompa y ornamentos, sino de dignidad. Y si al Santo lo metieran en una cueva, habría cola de creyentes por entrar en el corazón de la montaña. Y no que ahora le temen a la conmiseración y al temblor de espíritu.


ROSA MARÍA VERA

viernes, 15 de enero de 2010

SIN PIEDAD



SIN PIEDAD

Sin piedad actuó el seísmo en Haití sepultando a millares de personas. La tierra se abrió en cráteres insondables tragándose a sus víctimas. Y ahora se maldice a la naturaleza, que no puede ser más cruel, cuando está claro que hay zonas terribles para vivir arrasadas habitualmente por terremotos y huracanes. Aunque no comprendo muy bien, cómo a estas alturas de la Ciencia no puede prevenirse una catástrofe de este calibre. Que me expliquen, si no hay estudios científicos bajo el subsuelo que controlen el movimiento de las placas tectónicas de la tierra.

Si hay un aumento de presión, y la energía tiende a liberarse, los gobiernos más poderosos deben poner a disposición de los más pobres, tecnología suficiente para prevenir estos estallidos sísmicos y evacuar a la población. Si es imposible una evacuación a gran escala en tan poco tiempo, al menos deberían dictar medidas de comportamiento para casos de emergencia y disponer de zonas protegidas contra eventuales catástrofes.

Quizás supone un hándicap para los países ricos ayudar a los más desfavorecidos, pero no es un hándicap viajar al espacio, instalar ciudades en el cielo, y poner mecanismos espías para ‘vigilar’ a cualquier ciudadano allá donde se encuentre. No es un reto construir aviones de guerra y misiles que no fallan al calor para matar al enemigo; no es ningún obstáculo gastarse millones de dólares en guerras fratricidas y luego buscarse búnkeres en el espacio.

Porque eso sí, saben muy bien que la tierra es frágil y necesitan volar y crear ciudades en planetas alejados de ella. Se gastan el dinero allí arriba, mientras aquí abajo mueren y mueren adultos y niños. Aunque ahora toda la ayuda humanitaria se vuelca en Haití, en el Caribe maldito. Ahora no hay miseria económica para ayudar a las víctimas, ni miseria moral para poner a disposición de los sepultados cualquier oenegé disponible.

Pero la muerte continúa su estela inevitable de desolación en un país vencido y derrotado. La gente protesta instalando cadáveres en las carreteras y cortando el acceso de vehículos, porque piensan, ¿y ahora qué? ¿Dónde está la ayuda esperada, si desde el cielo no caen víveres ni máquinas excavadoras?

También la impotencia es salvaje y destructiva, cuando la sangre golpea Haití, y los muertos siguen vivos clamando bajo tierra.



ROSA MARÍA VERA

lunes, 11 de enero de 2010

INDIGENTES


A Juan
Réquiem in pace


Una ducha fría es beneficiosa para la mente, despeja las ideas y activa la circulación. El ambiente gélido es más puro y despierta el cerebro para resolver graves problemas -particularmente en verano-, porque ahora es imposible someterse a semejante tortura sana. Ahora la mente anda distraída con gorros de lana, las ideas sólo fluyen a través de la calefacción, y los vasos sanguíneos necesitan una buena friega de agua caliente.

Este frío polar que venimos padeciendo está causando estragos entre los conductores, escolares, trabajadores, ancianos, enfermos y los últimos del escalafón social: los pobres y desamparados del planeta. Los mendigos -ahora indigentes- mueren en la calle porque no hay suficientes casas de acogida, y porque desisten someterse a la disciplina de un horario. Conciben la esperanza de sentirse libres durmiendo bajo cartones, dentro de una tubería o en algún portal, más que en el interior caliente de una vivienda, porque en su mayoría son personas que sufren alguna deficiencia mental.

Vivimos en una sociedad que se avergüenza de sus indigentes mentales, y que los soporta como inevitables zarzas del campo. Cada vez existen menos residencias psiquiátricas, y las que hay no están al alcance de cualquier ciudadano medio. Resulta curioso que cuando paseamos por la calle y vemos a un pobre, miramos hacia otro lado como si el dolor no existiera y la humillación nos fuese ajena. Ignoramos la pobreza porque sólo ansiamos reflejarnos en el espejo de la abundancia. Y es difícil nadar a contracorriente porque la marea arrastra, viciada y voluptuosa.

Así es la supervivencia en la jungla de asfalto, y el éxito la única vara de medir en esta sociedad acomplejada y madrastra. El poder del dinero tiene su principal carta de presentación dentro de un mundo elitista y maldito. Un círculo egocéntrico difícil de eludir cuando el capital ordena, distribuye e invierte la riqueza en más riqueza que sólo unos privilegiados disfrutan.

La gran mayoría sobrevive, y los indigentes -ya nadie mendiga- hasta ignoran que existe esa palabra en el diccionario.


// He aprendido a soñar/ y temblar aterido/ en las noches tan largas/ del invierno frío//. Y en las noches sin luz/ cuando quema el rocío/ una estrella que pasa… / me llama mendigo//.


ROSA MARÍA VERA

REYES MAGOS



REYES MAGOS


“Sed prudentes como serpientes y simples como palomas” dijo el apóstol Mateo. Y como buen evangelista, resulta magnánimo y conciliador con el Yin y el Yan de un recogido silencio ante la causalidad y un albur inesperado.

Este año he optado por no asistir a la cabalgata de los Reyes Magos tras sufrir un caramelazo en la frente el año anterior. A punto estuve de caerme entre padres acalorados después de recibir miradas inhóspitas por recoger algún que otro caramelo y así cubrir una inocente apuesta. Y es que tiene su riesgo meterse en una baraúnda díscola de paraguas abiertos y agentes de seguridad guiando el tráfico de ingenuos descarriados.

Sus Majestades de Oriente andan preocupados con los regalos, y el Rey Baltasar -Baltasar Garzón- tiene ante sí un futuro más negro que el color de su piel. Ya le ha tocado su hora maldita y ningún poder a su alrededor puede protegerlo de una caída estrepitosa. Su prestigio pretérito sólo era un soufflé acomodado a las necesidades políticas del momento. Pero ya el rey está caduco y no puede dar más de sí. Ya estorba y puede ser material de reciclaje siempre que vuelva a un segundo plano y el tono gris de su existencia sea su principal camino.

Otro que no es Rey, pero que gobierna el país con sonrisa de tentempié, es el presidente Rodríguez Zapatero. El cachondeito montado con la presidencia europea comparándolo a Mr. Bean da pábulo a semejanzas que no resultan del todo ciertas. Mientras que el célebre cómico inglés parodia a un tipo ingenuo con un halo de luz celestial, -prototipo del ángel caído y persona sometida a situaciones esperpénticas y divertidas-, saliendo ileso gracias a su ingenio; nuestro jefe del ejecutivo no deja títere con cabeza -o economía en banca rota- y no da lugar a risa aunque sobresalga con su aireado talante.

El maquillaje de las cifras del paro y el déficit público es el carbón que sus Majestades de Oriente han depositado en los cofres del tesoro gubernamental. Y el Estado ya no puede con las deudas acumuladas tras años de despilfarro y señorío bajo las posaderas del poder. Tantos reinos de Taifas con malos gobernantes, y autonomías costosas como cortesanas de lujo desequilibrando la balanza, tienen su descalabro en las urnas.

Y ya es tarde, y para ayer tiene que despabilarse el gobierno y despertar de su letargo sonriente de un Mr. Bean -Zapatero- que sigue jugando al marketing del pose histórico en la presidencia europea, sin saber posar ante sus ciudadanos. Ya no valen los golpes de efecto, ni los faroles. La economía está hundida, y hay quién prefiere que se tape con una cortina de humo utilizando al cómico inglés Mr. Bean antes que afrontarla cortando cabezas.

Sin pararse a pensar, que la guillotina -a veces- resulta depurativa y eficaz con los ineptos.


ROSA MARÍA VERA

CUENTO DE NAVIDAD





Ya no hay Belén en los escaparates de las tiendas que no sea reemplazado por un Papa Noel de dudoso gusto. Los árboles del parque están iluminados por bolas y estrellas que en nada recuerdan la festividad del nacimiento de Jesús. Sí hay luces, demasiadas, luces para el consumo urbano que paga el contribuyente, y que asombra y enmudece la estrategia del ahorro familiar.

Ya no existe la pobreza virtual porque no es tiempo de visiones desagradables. Desaparecen los anuncios televisivos de África con niños famélicos y descarriados porque eso duele, y el dolor no es bueno para la paupérrima salud de quien vive con el cinturón apretado y el corsé de la cesta vacía. Sólo los ricos disfrutan, pero los ricos de corazón, porque el dinero se esconde en sociedades y bancos alejados de hacienda y su puño de hierro.

Incluso el espíritu navideño se vuelve metáfora y ya nadie entiende otro significado que no sean las tarjetas de crédito. La Navidad derrama su sentido laico con un revés de adornos que es políticamente correcto para el trotamundos pijo de los vuelos en fin de año y las comidas en restaurantes de lujo. Y mientras sigue la juerga, los pastores se ven en las barriadas con el zurrón dispuesto para llevarse cartones y regalos viejos que nadie quiere.

Hay que minimizar el consumo que invade una ciudad en crisis, y un país que se sustenta inmisericorde del espíritu de la crisis. Todo es reciclable, plásticos, papel, vidrio y latas, menos el paro y el hambre: el desempleo de miles de trabajadores ante el despecho de patronos aprovechados, y el hambre de trabajo de quiénes tienen que vivir con subsidios que el gobierno entrega como limosna de camarada social.

- La quimera del oro que se esfuma cuando sólo queda el pago por los servicios prestados durante la bonanza económica. El sector terciario de una loba que amamanta a sus crías con las fauces abiertas al desaliento. Sólo que ahora es Navidad y las campanas del año nuevo repican flecos de esperanza y fantasía. Atrás quedan los números rojos, y entra el 2010 con el rojo pasión de la inocencia perdida-.

No somos vírgenes ni puros, pero seguimos siendo ingenuos, y confiamos en los Hados y en la puesta en escena de una hermosa clepsidra.


ROSA MARÍA VERA

MADRID



MADRID

Jamás había visitado Madrid en Navidad y es increíble el ingente humano que domina sus calles. La puerta del Sol es un hervidero de vendedores de lotería y deambulantes que caminan en dirección contraria. Y no comprendo muy bien, cómo hay colas para entrar en Doña Manolita a adquirir un décimo de lotería si puedes hacerlo en cualquier puesto de la ciudad con el sello de la susodicha. Qué me expliquen el motivo, porque yo he comprado la terminación del 2 en la puerta del Sol pagando los 2 euros correspondientes de ganancia y sin adolecer una espera de tres horas aterida de frío.

¿O es que la suerte la da el local? No entiendo a los madrileños, al igual que tampoco puedo entender el combinado de un bocadillo de calamares. Y desconozco porqué ha desaparecido la emblemática escultura del “oso y el madroño”. Voy a tener que exigirle responsabilidades al alcalde Ruíz Gallardón para quiénes venimos de provincias con el alma ardiente y los pies fríos al entrar en Madrid.

- Menos mal que el teatro Maravillas deslumbró con la espléndida representación de la comedia “adulterios” donde una magnífica María Barranco y genial Miriam Díaz Aroca deleitaron al personal. Sólo una queja: las incómodas butacas y la falta de elevación entre filas cuando hay un cabezón que te impide ver bien la obra -.

No se nota la crisis en la capital, y Andalucía sigue siendo la comunidad más pobre del mapa Ibérico. Aquí los parados se calientan en los puestos de castañas mientras que en Madrid se las comen.
Y cuando entre en vigor la nueva ley contra el tabaco, las calles estarán llenas de lumbres acobardadas y manos con mecheros encendidos por la libertad.


Todavía se puede fumar en tabernas y restaurantes donde las inversiones hosteleras aún no han recogido el fruto de su cosecha. Qué explique el gobierno, si el 2010 será el año de la recuperación económica cuando el pitillo esté prohibido en los locales y el malhumor reinante no tenga parangón ante la escalada del paro. Es curioso que cuando van mal las cosas, siempre pueden ir peor y la ley de Murphy se cumple a rajatabla.


El presidente Rodríguez Zapatero va a la deriva -como siempre- y nos tiene obnubilados por su temple pasota. No le darán el Nobel de la paz por no ir a la guerra, pero sí pueden ponerle la medalla del “no” a la guerra mediática. Los sindicatos callan, y nadie ofrece huelgas. Hay paz entre los pobres, y paz entre los parados. Y todo porque el poder tiene amordazado a los sindicatos. 


Luego el ‘Nobel ciudadano’ tiene nombre propio: Zapatero y su flauta sindicalista.

ROSA MARÍA VERA

LA VIRGEN DE LA SIERRA



     LA VIRGEN DE LA SIERRA

No piensas nada, sólo disfrutas de la magia hechicera de un paisaje singular. Vives el día, sueñas, y vislumbras las delicadas formas de la niebla ocultando los árboles y las montañas. No es Londres, ni un cuento de Alan Poe, sino la altura y el agua nieve que empapa el cuerpo con una humedad abrasadora. Y no es ilusión óptica si el frío quema y las huellas rojizas marcan la piel de unas manos sin guantes. Allí arriba, donde las formas espectrales cobran vida y las ramas azotan mi rostro con la furia de la imaginación.

Así me sentí subiendo los 15 kilómetros que distan de Cabra la hermosa ermita de la Virgen. A 1.217 metros de altura las casas son blancas y limpias, diminutas, y el pueblo emerge con un collage abstracto si logras limpiar el vaho que cubre tu visión. La niebla, silenciosa y densa como el suspiro del viajero, recorre los arbustos y cubre de abrigo blanco las piedras.

Hay murmullos y una letanía que comparas a un enjambre de abejas.

Oyes los cánticos de los peregrinos, pero tan sólo escuchas los latidos del Predicador pastoreando las almas. Firmas en el libro de visitas y oras en silencio por los que no están. Enciendes una vela, y miras el cielo, allá donde el Paraíso descubrió su nombre y sus protegidos moran. El lejano valle donde plantan raíces los fuertes de corazón, los recordados, y los que tienen nombre grabado en las iluminarias del camposanto.

Y sueñas que la Virgen de la Sierra te concederá un deseo. Tan sólo uno, y alcanzable. Y sientes que velará por ti, que será tu guía por el intrincado camino de la única verdad de tu vida: la lucha, y la tozuda sensación de existir. Y hoy, día de la Inmaculada, siento la dicha de los que creen y tienen fe, porque de ellos será la tierra eterna.

Y quizás sin saberlo, toqué la felicidad en el ingenuo celestial de un instante.


ROSA MARÍA VERA