viernes, 9 de enero de 2015

LA SIEMBRA





LA SIEMBRA


   Está claro que el terror islámico se ceba sobre Europa eligiendo al país que más ha colaborado con el Islam en el pasado. Francia, con su emblema de libertad, igualdad y fraternidad, es el bastión que unos cafres han puesto en su punto de mira. La fortaleza que pretenden derribar para que un clamor salga de los alminares de las mezquitas. Quieren hundir el prestigio de una nación sodomizando el humor, equivocando la libertad de expresión y desplegando una radicalización marcada por segundones.


   Porque son segundones de una pirámide que utiliza la política para sus fines. Que nadie se engañe, que la religión no tiene nada que ver, sino el dinero, la economía a la sombra del petróleo. Triste casualidad que baja el precio del crudo y ya se ponen nerviosos los radicales islamistas sacando a Alá como bandera y frotando la lámpara de Aladino para sembrar el terror en Paris.


   El asalto a la redacción de la revista satírica Charlie Hebdo es sólo una excusa para dinamitar la paz y poner contra las cuerdas a Occidente. Pero se equivocan estos hijos de Alá, se equivocan quienes nos toman por tontos y eligen cabezas de turco condicionados por una droga contaminante. Toda forma de adicción es mala, ya sea el poder o el idealismo, y siempre hay tontos útiles utilizados por titiriteros que manejan los hilos de la sangre derramada. 


   Sangre vertida de inocentes, la siembra de vientos que recoge tempestades. Porque ya la ultraderecha francesa se frota las manos y exige la pena de muerte, mientras que algunos países piensan en la expulsión de musulmanes como en la Edad Media. El presidente François Hollande pide rechazar las "estigmatizaciones" y las "caricaturas más lamentables", o sea, que ojo con el humor y la libertad de expresión hirientes para almas frágiles.


   Aquí lo único que se dirime no es el honor de una nación, sino los intereses creados en torno a una política de cautela y miedo. Y ante el terror no vale la sangre culpable del poder económico, sino la gallardía de ser libres, y de hacer valer la sangre vertida de los inocentes.


ROSA MARÍA VERA