PODEMOS
Podemos se ha erigido como
el salvador de España, el nuevo Mesías que viene a ponerle las cosas claras a
la “casta” de este país remendando los agujeros negros de la economía. Quién se
lo crea, quién piense que regresar a los fraudulentos años de la burbuja
inmobiliaria dando un pelotazo desde las administraciones públicas es efectivo,
es que prima la ilusión ante un buen discurso.
No hay que trivializar el
liderazgo de Pablo Iglesias, ni su verborrea efectista, pero el líder está
rodeado de una nefasta pléyade de ineptos y oscuros colaboradores. Si Monedero
cobra sueldos millonarios por asesorar desde el otro lado del charco, aquí no
puede dar lecciones de ética ni emitir el tic tac de una bomba de relojería. El
Chavismo se ha integrado en su discurso por mucho que maquille el fondo, cuando
las formas despiden un olor insano a burda imitación.
Esta nueva coalición tan
venerada por quienes creen en un nuevo mayo del 68, promueve la reducción de la
jornada laboral a 35 horas, el aumento del salario mínimo y el incremento de
las cotizaciones sociales. Todo esto está muy bien si fuese factible y no
aumentara el coste de contratación de los trabajadores en paro. No pueden vendernos
humo cuando el fuego sigue con los rescoldos de la crisis y hay que remontar
para no caer en un abismo diabólico.
El reloj de Podemos marca
las horas con un tic tac desproporcionado a las expectativas de sus votantes.
Si algunos son tan ingenuos como para pensar que eliminando las empresas
privadas y teniendo un Estado controlador, España vuela a nivel europeo, es que
la jerga de Iglesias y sus acólitos convence a una población humillada por el
paro, los desahucios, y la miseria. El hastío de ciudadanos que son los
presumibles votantes de Podemos.
Este intervencionismo
estatal sólo genera una subida de impuestos, un endeudamiento público y una
ruptura emocional que anula la capacidad de ahorro de los españoles, de por sí
esquilmada. Pero que no nos estigmaticen con sueños y engaños sobre un pueblo
que ni es ignorante ni tonto, como pretenden. Su hipertrofia intelectual se
enmascara con un discurso político de salvapatrias. El peligro es que su
caballo de Troya capta adeptos donde la marginación brota.
ROSA
MARÍA VERA