TOPOS
Resulta un tanto peculiar el gabinete de nuevos ministros con el que se ha rodeado el presidente Zapatero. Da la impresión de estar reviviendo la misma sintonía de siempre: espectacularidad y puesta en escena de una lógica propagandística recaudadora de votos en las urnas. Pero se equivoca; sigue oxidado en sus planteamientos, y algo esotérico en el fondo porque no hay nada nuevo en su diseño, y de tanto usarlo se perdió el talante –y la eficacia-.
Nada que objetar en cuanto al nombramiento de Elena Salgado como titular del Ministerio de Economía después de un Pedro Solbes quemado y con ganas de jubilación. Pero causa estupor que traiga a Manuel Chaves -ex de la Junta de Andalucía- y lo nombre vicepresidente del gobierno junto a Teresa Fernández de la Vega. Dos pesos pesados sin asunción ninguna de personalidad, ni de actuación en sus diversos ámbitos o carreras. Ni el aura caciquista del primero casa bien con la autoritaria de la Vega, ni sus cuotas de poder van en paralelo a sus expectativas de gobernar el país.
Manuel Chaves deja una inmensa y explotada comunidad autónoma –Andalucía- sumida en el paro y la depresión económica, y su ascenso al gobierno central es un maquillaje ininteligible. No supone un premio, sino un castigo y un repliegue innecesario, porque el nuevo organigrama del ejecutivo es un baile de topos que suben a la superficie reclamados por el mago de la flauta.
No supone una huida hacia delante, sino un retroceso al pasado: a la paella y la pana. Y darle le cartera de Cultura a una cineasta es una clara disposición a discriminar otros ámbitos culturales menos afines a los votos del pesebre socialista. Está claro que el cine, el campo y sus ayudas económicas –representado por Chaves- pueden dar juego a la hora de las elecciones, pero sólo es pecatta minuta. Sólo es un esparadrapo para tapar la herida sin antes limpiarla y sacar la podredumbre que alberga en su interior.
La catarsis de Zapatero deslumbra por su levedad e impacto nebuloso. Nos siguen vendiendo humo. Y este afán por rodearse de figuras del celuloide social, sin desechar otras que estorbaban -ministras de Igualdad y Vivienda-, configuran un paisaje de topos absurdos, que lejos de aunar votos y voluntades, restan. Arañan la profundidad de su escaso crédito hasta quedar exhaustos, y arrastrar al presidente hacia un granero vacío y desencantado.
ROSA MARÍA VERA
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