viernes, 15 de enero de 2010

SIN PIEDAD



SIN PIEDAD

Sin piedad actuó el seísmo en Haití sepultando a millares de personas. La tierra se abrió en cráteres insondables tragándose a sus víctimas. Y ahora se maldice a la naturaleza, que no puede ser más cruel, cuando está claro que hay zonas terribles para vivir arrasadas habitualmente por terremotos y huracanes. Aunque no comprendo muy bien, cómo a estas alturas de la Ciencia no puede prevenirse una catástrofe de este calibre. Que me expliquen, si no hay estudios científicos bajo el subsuelo que controlen el movimiento de las placas tectónicas de la tierra.

Si hay un aumento de presión, y la energía tiende a liberarse, los gobiernos más poderosos deben poner a disposición de los más pobres, tecnología suficiente para prevenir estos estallidos sísmicos y evacuar a la población. Si es imposible una evacuación a gran escala en tan poco tiempo, al menos deberían dictar medidas de comportamiento para casos de emergencia y disponer de zonas protegidas contra eventuales catástrofes.

Quizás supone un hándicap para los países ricos ayudar a los más desfavorecidos, pero no es un hándicap viajar al espacio, instalar ciudades en el cielo, y poner mecanismos espías para ‘vigilar’ a cualquier ciudadano allá donde se encuentre. No es un reto construir aviones de guerra y misiles que no fallan al calor para matar al enemigo; no es ningún obstáculo gastarse millones de dólares en guerras fratricidas y luego buscarse búnkeres en el espacio.

Porque eso sí, saben muy bien que la tierra es frágil y necesitan volar y crear ciudades en planetas alejados de ella. Se gastan el dinero allí arriba, mientras aquí abajo mueren y mueren adultos y niños. Aunque ahora toda la ayuda humanitaria se vuelca en Haití, en el Caribe maldito. Ahora no hay miseria económica para ayudar a las víctimas, ni miseria moral para poner a disposición de los sepultados cualquier oenegé disponible.

Pero la muerte continúa su estela inevitable de desolación en un país vencido y derrotado. La gente protesta instalando cadáveres en las carreteras y cortando el acceso de vehículos, porque piensan, ¿y ahora qué? ¿Dónde está la ayuda esperada, si desde el cielo no caen víveres ni máquinas excavadoras?

También la impotencia es salvaje y destructiva, cuando la sangre golpea Haití, y los muertos siguen vivos clamando bajo tierra.



ROSA MARÍA VERA

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