miércoles, 20 de enero de 2010

लॉस CUEVAS






CUEVAS

Quien no haya estado en las cuevas de Guadix se pierde un enclave original que algunos despabilados descubrieron en su día. No hay mejor albergue al calor del fuego y alejado del frío exterior que una cueva troglodita transformada en vivienda. Y si no, que se lo pregunten a los viajeros y compartan techo y romería en la festividad del Santo de Guadix.

No hay lugareño que no lleve a su mascota para que lo bendiga San Antón, y hay que darle 9 vueltas a la ermita si uno quiere que el año sea próspero y las cosechas maduren a su debido tiempo. El problema es que el Santo es muy pobre y la ermita se cae derruida. El techo es de tablones de madera carcomida por la humedad, y no hay retablo que adorne una pared. Es otra cueva, aunque religiosa y lúgubre, y da grima que una población cuente con un San Antonio Abad tan humilde.

Santiago Pérez López, alcalde accitano de Guadix, debería recaudar fondos y hacer un esfuerzo por adecentar la ermita, ubicada en pleno centro de la ciudad. Es de vergüenza ajena que el turismo sólo se concentre en las confortables cuevas y disfrute de un paisaje de montaña arrollador, mientras que el espíritu religioso queda al socaire de la ruina más absoluta.

No sólo la catedral con planta renacentista es un enclave estratégico, o la conexión de alta velocidad Granada-Almería favorece el progreso de la ciudad, si nos atenemos a una costumbre arraigada entre los lugareños. Está claro que una ermita no vende imagen de modernidad, y es San Torcuato el gran Patrón del pueblo, pero el desfile procesional de San Antón desde la iglesia a su ermita tendría que cuidarse con más mimo.

No es cuestión de pompa y ornamentos, sino de dignidad. Y si al Santo lo metieran en una cueva, habría cola de creyentes por entrar en el corazón de la montaña. Y no que ahora le temen a la conmiseración y al temblor de espíritu.


ROSA MARÍA VERA

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