miércoles, 14 de abril de 2010

VIAJE A TÁNGER ( II parte )






TÁNGER (II parte)
 

Al día siguiente, después de un copioso desayuno en el hotel a base de café fuerte, smen caliente (crepes) con mantequilla y mermelada, queso de cabra recién hecho, y té moruno de postre, alquilamos un taxi para visitar Tetuán, ciudad ubicada a 65 km de Tánger. Y después del tradicional regateo, acordamos un precio razonable con nuestro amable guía Ahmed, que fue de 100 dírham -10 euros- por persona con trayecto de ida y vuelta -íbamos tres-, tomamos rumbo a Tetuán en un destartalado vehículo.

Tardamos casi una hora en llegar a la ciudad por carreteras señalizadas por obras, y Ahmed tuvo la infinita paciencia de esperar una hora a que tomáramos fotos y visitara mi lugar de origen, tan emocionante y conmovedor, que desató las lágrimas de mi compañera de viaje. Tantos recuerdos vinieron a mi memoria -después de más de 20 años sin regresar a mi tierra-, que mi cámara disparaba sin cesar fiel reflejo de mi estado anímico, eufórico y soñador.

Tres horas al módico precio de 30 euros no supuso ninguna sustanciosa suma económica, pero sí un tremendo valor sentimental que jamás olvidaremos. Y regresé con el soplo espiritual del pasado, y la alegría compartida de haberme congraciado con él, y con la añoranza por tanto tiempo sin revivir una infancia y adolescencia en tierra que fue madrastra querida y territorio hostil.

Y después del torbellino y el parloteo sin cesar con Ahmed, nos adentramos otra vez en la vorágine de compras por la Medina Tangerina, seguidos por una retahíla de vendedores como séquito regio, olvidando nuestros deseos de intimidad. Relojes (breitling, Bulgary, rólex), sandalias y gafas de marca, eran el reclamo más atractivo para nuestras expectativas. El zoco con sus intrincados túneles, especias que aspiraba con fruición para retenerlas, verduras y hortalizas expuestas como joyas, y pocas mujeres que rehuían nuestras fotos tapándose la cara.

No es aconsejable que mujeres ‘extranjeras’ vayan solas, porque una anécdota curiosa le ocurrió a mi amiga que llevaba un vestido mini faldero. Paseando por el puerto, un marroquí se tiró al suelo entre sus piernas para verle la ropa interior. Y por la noche, cuando tuvimos la osadía de andar un rato mientras los hombres veían el fútbol antes de la cena, fue imposible sin llevar escoltas masculinos. Cuchilleos a nuestro alrededor, frases soeces, y cierta alergia al ver a damas solitarias, nos conminó a regresar casi corriendo al hotel. Algo curioso cuando vas a la discoteca y encuentras a chicas casi desnudas exhibiéndose ante musulmanes impertérritos.

Y es que el morbo extranjero es inigualable, y la piel clara y al descubierto, por una ciudad desierta de mujeres en la calle, excita la imaginación de los más audaces. La mentalidad árabe sigue virgen al progreso, y el fundamentalismo hacia la mujer permanece vigente. Otra cosa es el comercio, las divisas, el turismo y la prostitución consentida orillando la pobreza.

Marruecos no ha cambiado ni en el fondo ni en la forma. Es tradicional, sibilino y peligroso. Pero sigue siendo acogedor y mágico cuando oyes el canto del muecín, y sueñas con el reflejo de la luna sobre el tejado mientras los gatos maúllan al amanecer.



ROSA MARÍA VERA

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