jueves, 18 de marzo de 2010

AEROPUERTO




AEROPUERTO

Hace pocos días tuvo lugar la inauguración de la T3 en el aeropuerto de Málaga con la presencia de sus Majestades los Reyes de España. Con independencia del gasto público empleado en la organización del evento, que una diputada del PP (Celia Villalobos) arrojó en cara al partido del gobierno, resulta un dislate que todo el discurso gire alrededor del dinero en un asunto que genera empleo, y cuyo medio de difusión aunque sea costoso reporta réditos beneficiosos para el turismo.

Si bien es cierto que el aeropuerto malagueño no lo han diseñado los socialistas, también es justo reconocer que 460.000 euros es pecatta minuta para una ciudad que se merece esta inyección económica. Villalobos como diputada por Málaga se equivoca, y si quiere zaherir a Pepe Blanco como ministro de Fomento que busque otra excusa más convincente.

En primer lugar debería preguntarse por el aumento de indigentes que tendrá lugar en la nueva terminal aeroportuaria, y su impacto en el turismo. Porque los pobres buscan refugio caliente y comida, que le suministran caritativamente los propios empleados de las distintas terminales. Los sin techo necesitan un hogar confortable, y una zona pública como es el aeropuerto alberga una larga prole de desheredados. No sé qué solución puede dar el ministro de Fomento, puesto que a nadie se le puede obligar a abandonar la calle, y en este caso la calle está inundada de gente viajera y al acecho de miradas conmiserativas y temerosas.

Porque no nos engañemos, hay indigentes que necesitan estar bajo cuidados especiales; y rateros, que bajo la piel de cordero de un indigente se dedican a robar carteras y equipajes dejados al descuido por ingenuos turistas. Ahí es donde debería haber ahondado la diputada Villalobos, y no en una calderilla que supone la inauguración de la T3 en uno de los principales aeropuertos de España, y que todavía a pesar de la crisis sigue dando beneficios.


Y resulta curioso que Fomento ampare la mendicidad en los aeropuertos y los robos que se efectúan al socaire de la pobreza, dotando de concepto público lo que en realidad es privado. Y es privado porque la calle no tiene techo, sino cielo y estrellas; y el derecho al bienestar social, a la salud y a la vida, reflejados en nuestra Constitución, es privativo de todos los ciudadanos. Y aunque los indigentes merecen toda la ayuda del gobierno, no así lo merecen los ladrones que pueblan las terminales “públicas”.

La calle “interior” del aeropuerto está vigilada por cámaras y personal cualificado, pero no estaría de más que hubiese multas y que echasen a ladrones cogidos in fraganti -en su mayoría extranjeros- fuera de nuestro país.

Y ya no es cuestión de dinero, sino de voluntad política y de sentido común. Y por qué no, también de respeto hacia los verdaderos indigentes, víctimas indefensas de estos desalmados.



ROSA MARÍA VERA

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