viernes, 20 de noviembre de 2009

HALLOWEEN





HALLOWEEN

La noche de Hallowen extiende su garra con una fascinación difícil de obviar. No hay carnaval que le ponga freno a la luna llena, se pierde el ímpetu del disfraz por desgana, y los baúles desaparecen en el olvido, salvo en la noche de las brujas y los duendes.

En Hallowen las calles se pueblan de magos que olvidan por una noche la crisis; saltimbanquis que andan por la cuerda floja del paro; y vampirellas que beben el licor rojo sangre del amor. Los garitos nocturnos despiden vahos lúgubres de murciélagos, y las telarañas artificiales entran en el paladar de los bebedores ansiosos por vivir esta locura importada del Más Allá.

Pero no todo es divertimento dentro del ambiente gótico de los clubes y de las calles cobijadas bajo una bruma londinense. Porque en Málaga había humedad y una niebla que impedía ver la carretera. Y algunos gamberros, bajo el disfraz de la muerte con la guadaña en la mano, optaron por cortar carreteras de barrios residenciales con la excusa del terror. Todo valía para crear ambiente de miedo y que los conductores vacilaran ante la perspectiva poco halagüeña de arrollar a demonios jóvenes e irresponsables.

Y esto sí que es un hallowen tétrico y abominable de desalmados que cometen actos vandálicos, y asesinos que actúan impunes en EE.UU y cualquier rincón del planeta. Criminales agarrados a la estela del horror con máscaras cubriéndoles el rostro para destruir y mancillar la noche mágica de la otra frontera. Una noche de muertos vivientes y vivos enterrados en la lujuria de la fiesta.

Y existe Hallowen para celebrar nuestros santos y difuntos, y da igual el nombre que le pongamos a estos días de luna brillante en un cielo que despide destellos de recuerdos y voces de ultratumba. El tam tam de los que nunca se han ido de nuestra memoria.


ROSA MARÍA VERA

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