ARDE LA CRISTIANDAD
Ayer 15 de abril ardió un símbolo de Occidente. La
cristiandad está de luto, y Paris una de las ciudades más hermosas de Europa
llora la profanación de su catedral más emblemática. Sufrir es una debilidad
cuando puede impedirse, pero los franceses no han podido impedir un desastre y se
han echado a la calle con cánticos y velas, con el dolor y la pena que todos
los cristianos la hacemos nuestra porque el fuego también arde en nuestro
interior.
La sangre no ha corrido sobre el asfalto, pero somos
víctimas de una confabulación que se lleva gestando desde hace años. Un caballo
de Troya que es la islamización de todos los países democráticos que componen
la Unión Europea. No es casual este golpe al corazón de Francia, al talón de
Aquiles de Europa. Tanto la policía como la jerarquía eclesiástica guardan
silencio porque más de una docena de iglesias han sido profanadas en los
últimos siete días. En Nimes, cerca de la frontera con España, en la iglesia “Nuestra
Señora de los Niños” unos desconocidos pintaron una cruz con excrementos humanos,
saquearon el altar mayor, el Sagrario, y robaron las hostias.
Yo no creo en las casualidades cuando hay hechos
que demuestran lo contrario. Aún así, las autoridades francesas priorizan la
hipótesis de un origen accidental del incendio por las tareas de reforma y
rehabilitación en el interior del edificio. Según el secretario de Estado
francés de interior, Laurent Nuñez, el salvamento de la catedral de Notre-Dame se
jugó en un cuarto de hora o en media hora. Y el fiscal general de París, Remy
Heitz, insiste en que no hay ningún indicio de que el fuego haya sido
intencionado.
Hay más de 50 investigadores y los bomberos continúan
rociando con agua en la mañana de este martes las ruinas de Notre-Dame, una
catedral gótica ubicada en el corazón de París. Pero la duda persiste y los escépticos
afirman lo contrario de esta corrección política por parte de las élites
francesas. No interesa una ruptura entre la población civil y la comunidad
islámica. Hay demasiados intereses creados y Francia ha sido la mejor amiga del
mundo árabe, su mejor aval. De ahí, la riada humana de inmigrantes que viven en
suelo francés. De ahí la continua islamización de países como Suecia, que
admiten el hiyab en sus escuelas, y los sucesos violentos que arrasan su
territorio.
Son casos aislados dicen los cronistas, pero el
desastre se veía venir porque todos sabemos que hay persecución cristiana en
países donde impera el Islam, y han asesinado a sacerdotes que cumplían una
labor encomiable. La cristiandad está en peligro, y en España el actual
presidente en funciones felicita a los musulmanes en su Pascua olvidando nuestra
Semana Santa. Quitan los crucifijos en las escuelas, y algunos se ofenden ante
nuestra gastronomía y pretenden que haya una comida especial en los colegios
para quiénes profesan una religión que está minando nuestras raíces cristianas.
Occidente está en peligro, y no es necesario volver
a las cruzadas, pero sí poner límites al flujo migratorio. Sí hacernos valer
como europeos sin dejar que nos invadan con el caballo de Troya más peligroso:
el dinero, y la inteligencia de infiltrarse en todos los ámbitos de poder.
ROSA MARÍA VERA
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