martes, 10 de julio de 2012

BAJO SOSPECHA





BAJO SOSPECHA


Vivimos bajo sospecha, a la intemperie de los acontecimientos, ensimismados. El gobierno decide subir el IVA, nos acribilla a impuestos y pide que claudiquemos ante los recortes por “el bien de España”. Mariano Rajoy se ha erigido en nuestro líder pero resulta invisible. El dinero ha volado a otras fronteras y con él nuestras expectativas de futuro.


Nos hablan de la prima de riesgo y todavía no sabemos bien en qué consiste; del rescate y soñamos con damiselas; y redoblan los tambores de guerra pero no hay soldados. Habitamos un país de sumisos, pobres y vagabundos donde el poder se esconde aturdido sin saber si la revolución acecha, porque el poder duerme. Aquí todo el mundo anda cabreado, pesimista y con la soga al cuello pero nadie salta, grita, ni se mesa las barbas de indignación porque nos han quitado la voz, el estallido.


Nos reímos, lloran, nos asfixian y no nos quedan fuerzas para levantar la losa que nos oprime. Y seguimos buscando anhelantes un hacha de guerra que lanzar contra el enemigo. Ése que nos hunde en la ciénaga de la vida, y nos habla desde el púlpito para enviarnos al lodazal de una jungla perversa.


Andamos bajo sospecha, sonámbulos, hastiados, oteando el horizonte de basura, cartones, y harapientos que rebuscan entre la chatarra. Las colas forman parte de los comedores sociales, del INEM y de un plato de comida que nos quieren hurtar. Y encima viene el gobierno y quiere subir el IVA, quitar medicinas, mermar las escasas pensiones del viejo que muere, del discapacitado, del mendigo que hurga su miedo sobre un banco del parque.


Ni en la más recóndita urdimbre de nuestros sueños creímos que íbamos a traspasar el espejo de la indigencia, del desengaño, de la frustración. Alicia en su país de las Maravillas nos mira ensimismada mientras el conejo despistado balbucea: llego tarde, llego tarde.


Y el cuento termina y nos rompen la última página del final.

Bajo sospecha se miran los parados, los futuros ociosos y los trabajadores hartos de tocar fondo, de subsistir y sobrevalorar la vida por encima de la muerte. Y es que cuando la imaginación, la fantasía y el universo fallan, se disipan como el humo; cuando nos roban lo único que nos queda: la ilusión; cuando los políticos juegan al escondite y el dinero baja por las alcantarillas, entonces hay que gritar, maldecir, y salir a la calle clamando con los brazos al cielo.

Quizás sea la única manera de respirar, de sentir la sangre, de apurar el cáliz y brillar con una luz llamada esperanza.


Eso o amar hasta morir. Porque allá dónde tú estés, vivirá la inocencia.



ROSA MARÍA VERA