jueves, 21 de junio de 2012

MERCENARIOS


MERCENARIOS

Todavía ignoro para qué sirve el Tribunal Constitucional. Ignoro de qué pasta y temple conforman a sus jueces, porque si algo tengo claro, es que el artículo 14 de la Constitución defiende el derecho a la vida. Y que se sepa ETA no ha depuesto las armas ni aborrece de la violencia. Muy al contrario, como gallitos del corral -del Estado- se permite el lujo de chulear la democracia, la ley, y al ciudadano respetable que no quiere mercenarios políticos.
Se vulneran derechos constitucionales, se legaliza Sortu -brazo político de ETA- por cumplir formalmente la Ley de Partidos, dicen, y ahora tenemos que asumir sus exigencias y pagarles el impuesto revolucionario de manera legal a unos impresentables.
Ya no necesitan coaccionar a empresarios vascos, ni maldecir al gobierno español al que no pertenecen, según ellos, pero cobran de nuestros impuestos y tenemos que pagar porque así lo marca la ley. Es decir, que somos víctimas de nuestros propios verdugos y como antaño, hay que donar tributos a la ‘alta política’ de estos jueces que nos ha tocado en una lotería maldita.
La banda armada sigue ahí, riéndose como hienas, fuerte con el poder que da una protección Oficial justificada de manera burda e incondicional y utilizando el ancho del embudo. Mientras, la parte estrecha queda para las 800 víctimas del terrorismo etarra que siguen clamando justicia, y familiares que se rasgan las vestiduras ante esta violación de los Derechos Humanos.
Legalizaron Bildu los mismos Magistrados que ahora defienden la entrada de Sortu en las Instituciones. Son jueces progresistas, modernos ante lo que consideran unas negociaciones fructíferas para callar bocas, bocas radicales y nacionalistas, cavernas de bocas pestilentes, bocas etarras que han mancillado la tierra con sangre inocente.
Ahora son mercenarios que justifican la violencia, que escriben su nombre con fuego, y olvidan los cadáveres creyendo que el dolor no figura en los créditos. Pero la muerte sigue empeñada en que la reconozcan.
ROSA MARÍA VERA