domingo, 27 de marzo de 2011

¡ QUÉ FESTIBAR !




Ya está aquí el Festival de cine malagueño en su decimocuarto aniversario. Y no sé porqué circunstancia este año tengo buenas vibraciones respecto al Festibar. Y que conste que no lo digo por la fiesta de inauguración que fue un auténtico desastre, sino por otras perspectivas más halagüeñas.

Se eligió el cortijo Realengo para reunir a la crème malagueña sobre la hora de Cenicienta, y señores, ¡vaya metedura de pata! Recogí a mi amigo Boquerini y al periodista Bernat para acudir al susodicho evento, y tras imprimir el mapa por ordenador y preguntar a los lugareños, nadie fue capaz de guiarnos a un cortijo de 5 estrellas supuestamente famoso. Menos mal, que por fin tras perdernos por espacio de una hora, logramos dar con un cartel desvencijado y minúsculo que indicaba un camino de tierra directo hacia el ‘invernadero’ Realengo. Porque no es por despotricar, pero no me pareció el sitio más adecuado para realizar una fiesta de inauguración.

Mal iluminado, el camino hacia el salón donde la música sobrepasaba los decibelios permitidos, era un laberinto rodeado por una vegetación impostada y vulgar. Los invitados discurríamos por un pasadizo de losa donde a punto estuve de darme un batacazo por la humedad del suelo y la suciedad reinante. Suerte que no me enfundé en un traje largo de noche y elegí una falda corta y ajustada, porque así pude lucir piernas y pasar desapercibida entre las innumerables minifaldas del festibar. Lolitas veinteañeras, jóvenes del botellón disfrazados por las esquinas, y políticos, periodistas y gente del malvivir de la cultura que no entraron en el gran salón y que tuvieron la suficiente inteligencia como para quedarse junto a la entrada.

Eché de menos a la ministra Sinde, pero sí estuvo la gran reportera Rosa María Calaf, el director de cortos Rafatal, el escritor Antonio Soler, y el alcalde de Málaga Francisco de la Torre que tiene el savoir faire del buen anfitrión. Los directores y actores de las películas que acudían al festival fueron las grandes ausencias, aunque quizás huyeron del aburrimiento de acudir a un cortijo que tiene poco de Real, es horrendo y desolado, y sobrevive al margen de la movida malagueña.

Pero eso sí, el catering estuvo correcto y el servicio contratado fue abundante para comensales que se retiraron antes de lo previsto.

Así que por favor, los cerebros pensantes del Festibar la próxima vez que elijan los Jardines de la Concepción para una inauguración con estilo. Al menos podremos admirar los árboles milenarios, las plantas, y una iluminación especial de cuento de Hadas. Porque este año las películas son tan mediocres, que las únicas estrellas de cine lucen en el firmamento. El cielo de aquí, bajo el neón de las carteleras resulta tan ínfimo, que los guionistas del Festival tendrían que plantearse su carrera.


ROSA MARÍA VERA

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