viernes, 11 de marzo de 2011

11 M




Sangre, lágrimas y destrucción. Estallido de trenes, rugido de móviles, y cuerpos descoyuntados por una masacre impredecible y trágica. Aquel fatídico día vuelve con un caleidoscopio infernal dejándonos un recuerdo imborrable en la memoria, porque no fueron 192 víctimas, -aunque sí bajo tierra-, sino España entera quien estuvo de luto e innumerables familias huérfanas de un ser querido. Asesinaron la ilusión, la tranquilidad y la euforia de vivir en un país libre, pero no mataron la esperanza por recobrar esa misma ilusión de seguir caminando sin miedo.

Los terroristas no consiguieron su objetivo, no alcanzaron su fin, porque sus limitaciones son tan evidentes que sólo lograron confundir, extorsionar la verdad, y masacrar vidas humanas que ahora están en otra dimensión más pura.

Hoy es un día especial porque las sombras de la tragedia no logran apagar la luz de los sueños. Una luz que alumbra el sentimiento de vencer la cruda realidad por un penoso viaje: el trayecto infinito de 192 almas que perviven a través del tiempo; de fantasmas sigilosos que se confunden entre el fragor de bombas y gemidos sobre la tierra, admirados por una inquebrantable voluntad de lucha solidaria.

Las velas no se apagan por más años que transcurran. Los corazones tiemblan todavía por el fulgor de aquellos que no están, y el espíritu de un pueblo se mantiene unido frente al tálamo de flores frescas de los inocentes.

El 11 es un número singular, -quizás maldito-, y representa el Karma que sufre, se transforma, y nace en otro cuerpo que mañana vivirá eternamente.


ROSA MARÍA VERA

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