jueves, 3 de septiembre de 2009

CAPITANES INTRÉPIDOS






CAPITANES INTRÉPIDOS

El mar rugía como un dios atronador y el oleaje era un hándicap cuando llegamos a la playa. Mi compañero submarinista tuvo dificultades para entrar en el agua y yo me escabullí como un pez cuando la ola se levantó a más de metro y medio de la orilla.

La ilusión no nos impidió bucear por la Herradura aunque fuese imposible pescar nada. Equipada con mi fusil y todos los utensilios necesarios para capturar un mero o un congrio despistado, nadaba en medio de la oscuridad marina acercándome a las rocas para vislumbrar un rayo de sol.

Con mi cámara acuática disparando sin cesar y grabando vídeos entre los acantilados, no vi el peligro con la suficiente prontitud como para apartarme de las paredes rocosas. Emocionada por la diminuta fauna marina que veía a mi alrededor, no pude sortear la enorme ola que me lanzó como una pelota sobre un muro de aristas y erizos. Me dí un fuerte golpe en la cabeza y mi brazo derecho sufrió toda suerte de cortes y desolladuras.

No sentí dolor alguno, sino la sensación de que mi vida corría un grave peligro si no salía del remolino de agua. Estaba rodeada de un túnel de rocas y mi traje de neopreno sólo me libró de cortarme también ambas piernas y la espalda. Malherida y asustada, a duras penas tomé conciencia de que debía huir y nadar lo más rápido posible mar adentro si no quería acabar como una muñeca rota.

- Frágil y desafiante, etérea e invencible.-

Pero el dios del mar fue benevolente conmigo, y fuiste tú padre, quién con tus enseñanzas, me diste valor una vez más para levantar el cubo cuyo peso se desbordó por un peligro inminente. Y siempre sabré, que aún rodeada de mil rugidos y siendo la única mujer del mundo, nunca estaré sola en mi mar, tu mar, nuestro océano de libertad, único y embriagador, como una verdad insólita e inapelable.


ROSA MARÍA VERA

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