lunes, 20 de julio de 2009

NO QUISIERA SER



NO QUISIERA SER


No quisiera estar en la piel de la enfermera de Ryan por un terrible error de nutrición enteral. No quisiera ser ella ni sufrir semejante martirio que deriva en un desequilibrio mental. Tampoco deseo que alguien cometa un homicidio imprudente por no leer una prescripción médica y obviar una consulta a un superior. Ignoro qué pasó en ese instante previo al desenlace fatal.

Ignoro qué ceguera obnubiló su mente para cometer el tremendo error de utilizar la vía intravenosa en lugar del conducto nasogástrico, y tampoco entiendo cómo puede haber tanto corporativismo estúpido entre sindicatos y el gremio de enfermeros exhibiendo pancartas absurdas de “yo también soy la enfermera de Ryan”.

No es cuestión de linchar a una enfermera que no es profesional debido a su juventud y experiencia por más titulación que ostente, ni criminalizar su actuación enviándola al cadalso. La culpa debe repartirse en partes iguales sobre una cadena de incompetencias e irresponsabilidades. Y es desmesurado hacer bandera de su nefasta actuación defendiendo a la autora del error -hoy por ti, mañana por mí- porque es una negligencia que ha provocado la muerte de un bebé.

No quisiera ser la enfermera de Ryan, ni estar en su piel, ni vivir la amargura y su tormento; por ello su agonía merece todo mi respeto. El sistema sanitario debe poner medios para evitar terribles confusiones; y siempre es tarde, demasiado tarde; pero la sociedad debe ser indulgente con una persona que está pagando muy caro ser la enfermera de Ryan.

Si el soplo de vida se fue en un neonato, otros soplos de vida se salvarán a partir de ahora. Siempre tarde, y mal, pero al menos que haya alarma y alguna identificación en las sondas, y que otras personas se salven de ser la enfermera de Ryan. Porque esta mujer no merece estar en el candelero de unas pancartas absurdas, ni merece estar en su propia piel. Y ahora deben salvarla de sí misma.

No quisiera ser la enfermera de Ryan, ni defenderla, o ser su verdugo y condenarla a la guillotina judicial. Pero es el pobre Ryan quién ha perdido más en esta oscura historia, otro mártir al igual que su enfermera, quién siempre llevará el estigma de su sangre como un apéndice maldito.


ROSA MARÍA VERA

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