CAZA DE BRUJAS
Si todo funcionario público tuviera que recordar los regalos recibidos a tenor de su cargo, en España todos los políticos estarían sentados en el banquillo. El problema de Camps es que tiene una mano negra que mece su cuna. Su problema principal es la ingenuidad y la modestia que late en su interior en un país de lobos aderezado con piel de cordero. Su error es negar lo evidente, cuando lo evidente no está manchado de corrupción aunque sus donantes sean de la otra orilla de la honestidad.
Si el juez José Flors insiste en demostrar una mentira, también debería esforzarse en buscar alguna verdad. Y la verdad, es que unos trajes de por sí, no pueden echar abajo todo el vestuario de un político. Diferente es la cacería de un ministro de justicia a cargo de los fondos del Estado y sin licencia; diferente es la actuación de un director del CNI también a cargo del erario público, dilapidando sus quehaceres en divertirse y mandando a sus subordinados en tareas domésticas. Y qué decir de Manuel Chaves, -actual vicepresidente del gobierno- donando dinero público a la empresa de su hija.
No hay comparación posible con Camps y esta vendetta resulta estrafalaria.
Todavía no se sabe si entre sus propios correligionarios le están haciendo la cama por mucha defensa que argumenten, y tal como dice Cospedal sólo es cuestión de una multa de 2.000 euros. Pues no, ahí discrepo, y discrepo también con el asunto de la dimisión si lo sientan en el banquillo. Soy más partidaria de luchar y jugármelo todo a una carta, y Camps debería sentarse en el banquillo; porque si así demuestra su fortaleza y cintura política, otros deberán sentarse también.
Luego en esta caza de brujas todos salen perdiendo. Que se lo piense bien el juez Flors, porque sólo es cuestión de tiempo que rueden muchas cabezas con sus trajes bien pagados.
ROSA MARÍA VERA
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