miércoles, 8 de abril de 2015

EL JARDÍN DE EVA






EL JARDÍN DE EVA

    El ex ministro de justicia, Juan Fernando López Aguilar, tras ser acusado de maltratar presuntamente a su ex mujer ha provocado la ira de Rajoy. Suspendido de forma cautelar como eurodiputado socialista, el insigne político antes alabado y ahora denostado por su implicación en actos de violencia machista, deja estupefactos a la ciudadanía por una irresponsabilidad irreparable si se demuestran los cargos.


   Mariano Rajoy habla de malos tratos como una “cuestión de Estado” y Cospedal ratifica sus palabras subrayando una “tolerancia cero” ante el sufrimiento de mujeres que siguen bajo el yugo de la ignominia y la ignorancia. Y no de la ignorancia del pueblo, que hace tiempo que soporta el discurso huero de los políticos, sino de la idiotez mental de quiénes practican la crueldad contra el más débil; sea mujer, niño o adolescente.


   La violencia de género no tiene un nivel de estudios, ni una categoría dentro del escalafón social. Afecta tanto a humildes ciudadanos como a señoritos de la política; a obreros del campo y altos ejecutivos que dirigen con mano dura los designios del mundo. Aquí la chaqueta de pana o el esmoquin van de la mano, y Eva sigue en su jardín rodeada del árbol de la ciencia con frutos prohibidos, y con la serpiente enroscada en su garganta.


   Siempre la mujer detrás del pecado, la injusticia declarándola culpable aunque haya conciencia social y velas encendidas, porque siempre habrá algún descerebrado que piense: “algo habrá hecho”. Pues no. El simple hecho de vivir, la desigualdad económica en el trabajo, y la debilidad física que no intelectual, nos deja en inferioridad moral ante una sociedad hipócrita y falsamente moderna.


   Nacimos supervivientes desde que luchamos en un jardín poblado de bestias. Aguantamos lo que nos echen, y estamos hartas de que nos digan que somos fuertes. Fuertes sí, pero nos dejamos la piel pariendo a hijos de puta que quieren arrancárnosla a tiras. De nada vale una “enérgica condena” si la luz que entra en nuestro jardín sigue opaca por una justicia que hace distinciones entre mujeres. Mujer o mujeruca, rica o pobre, nos quieren esclavizar desde los tiempos de Adán, cuando una costilla marcó la diferencia entre la libertad y la intolerancia.


ROSA MARÍA VERA

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