domingo, 2 de noviembre de 2014

LA EDAD DEL AMOR





LA EDAD DEL AMOR

   El amor no tiene edad y eso lo saben bien quiénes llegan a una edad y siguen enamorados de la vida, y lo que es más importante, de otro ser humano. El envejecimiento no es sinónimo de abandono, ni de una retirada discreta a un hogar del jubilado. Que no está mal, pero que hay otros campos por descubrir cuando se llega a esa edad ilusionante de no preocuparse por el futuro, sino de vivir un presente cada día más misterioso.


   El misterio es fruto de la fantasía, y a medida que maduramos y envejecemos, no debemos dejar de lado la imaginación para crear un entorno agradable y dedicarnos a actividades que en el pasado estaban vedadas por el trabajo y por una dedicación plena a la vida familiar. Ahora ya pasó el tiempo de limitaciones económicas y personales por un horario laboral, hay que ajustarse el reloj del ocio y que el mayor viva con plenitud su merecido descanso.


   Y ese merecido paraíso lleva enlazado el amor hacia una pareja, y si no se tiene, nunca tirar la toalla si todavía hay resquicios y fuerzas para vivir con autonomía el recuerdo imborrable de un beso, una caricia, o el abrazo del ser querido. Amar es reencontrarse con la adolescencia, sentirse vivos, y que el pálpito de nuestro corazón siga la senda de una pasión calma pero duradera.


   La edad del amor no lleva impreso el sello del tiempo, no viene en ningún libro de medicina y ni tan siquiera en la Wikipedia. Si amar es comprender, empalizar con otra persona, y levantarse con el ánimo resuelto para emprender la lucha contra el tiempo, nuestros anhelos por el ayer quedarán resueltos en un presente esperanzador y vivo.


   Amar en la tercera edad no es ninguna quimera, y el cuerpo de la pasión puede resultar tan hermoso como el vuelo suave de nuestra imaginación. Es la fórmula mágica de una inteligencia sana ajena al protocolo de la edad.



ROSA MARÍA VERA


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