MENDICANTES
Cada vez detesto más los
programas mendicantes de la televisión. Nos toman por tontos o pretenden
arreglar el país a base de limosnas promoviendo la pena entre los
telespectadores. Hay quién se engancha al tabaco, a la bebida, o a los “programas
basura” de pedigüeños (directivos y presentadores) que se suben al pedestal de
la pobreza cobrando sueldos millonarios. Y todo esto a fuerza de utilizar la
lágrima fácil e inventarse otro tipo de subsidio: el subsidio del dolor y la
vergüenza.
Vergüenza deberían darles
a los inventores de este experimento de masas, de esta podredumbre moral de
guionistas que utilizan a quiénes padecen necesidades y se aferran a un
programa que les ofrecen vender sus miserias a cambio de limosnas. Ejemplo
claro el programa “Entre todos”, presentado por Toñi Moreno, que vuelve a
levantar polémica al utilizar a un menor discapacitado para causar
conmiseración entre la audiencia.
De ahí la actuación del Ministerio Fiscal pidiendo una indemnización para el niño por vulnerar el derecho a la
intimidad personal y familiar de un menor discapacitado. Y todo por la maldita
audiencia que es la gran prostituta de la televisión. La ‘madame’ que vende a
sus pupilas por conseguir un récord de share y que los directivos se froten
las manos ante los dividendos que generan la gente pobre de este país.
La pobreza vende, y causar
pena se ha convertido en un gran negocio. Es la picaresca española, y eso ya la
narró muy bien Cervantes en sus novelas ejemplares. Porque si antes veíamos
Dallas y fastuosas mansiones, ahora es una rémora del pasado porque estamos en
crisis y lo que interesa es sacar la miseria y exponerla en una subasta para
encontrar compradores.
¿Qué eso ayuda a la gente?
¡Mentira! Los generosos que entreguen su dinero a Cáritas, y quiénes quieran
pedir por televisión, que pidan, anónimamente y sin escaparate.
Que controlen esta nueva esclavitud. Que no prostituyan a
inocentes y respeten la dignidad ajena.
ROSA
MARÍA VERA
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