NAVIDADES TRÁGICAS
La vejez es una tiranía del cuerpo y una tragedia para el espíritu. Es una hidra venenosa que ahoga la alegría de vivir. Y saber cómo afrontarla es un hándicap para aquellas personas dependientes, carentes de autonomía, y con una discapacidad tanto física como emocional. Quizás los parámetros no sean iguales para quiénes traspasan la barrera de la tercera edad, quizás haya privilegiados, porque la salud y el estado de bienestar ayudan a sobrellevar la pesada carga de los años.
¿Pero qué ocurre cuando el
anciano está solo? ¿Qué pálpito anida en su corazón cuándo convive en una
residencia o permanece hospitalizado por una enfermedad? La familia y los
amigos constituyen el eje principal de un estatus soportable con ayuda y
compañía, máxime en tiempos navideños; la Navidad con sus villancicos memorables
para unos e insoportables para aquellos que sienten la soledad oprimiéndoles el
alma.
Al anciano se le arrincona como a
un trasto viejo. Nadie quiere ver la decrepitud, lo feo y desagradable a la
vista. Nos amparamos en la burbuja de
la ignorancia porque vivimos en un país tan snob que sólo se alza el divino
tesoro de la juventud: la paidocracia, cuando todos sabemos que nuestra hora
está por llegar. Que afortunadamente si vivimos, llegaremos a la
senectud y hará falta un Sistema que nos proteja, donde haya una ley de
Dependencia eficaz y donde los recortes económicos no afecten a los más pobres y
necesitados.
“Un viejo es un enfermo sano” dijo
Azorín. Comporta un estado de sabiduría pero también de congoja cuando las
fuerzas disminuyen. Por eso las Navidades con sus luces y sus sombras no
deberían ser trágicas. La estrella fugaz que guió a los Reyes Magos de Oriente
debería iluminar a los políticos que nos gobiernan, a ese lobby del dinero que
rige los destinos del planeta.
Porque una sociedad que arrincona a nuestros mayores es una sociedad enferma. Y hay que evitar el malditismo de un destino que está ahí, a la vuelta de la esquina, aguardándonos.
Porque una sociedad que arrincona a nuestros mayores es una sociedad enferma. Y hay que evitar el malditismo de un destino que está ahí, a la vuelta de la esquina, aguardándonos.
ROSA MARÍA
VERA
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