martes, 5 de noviembre de 2013

NAVIDADES TRÁGICAS





NAVIDADES TRÁGICAS

   
La vejez es una tiranía del cuerpo y una tragedia para el espíritu. Es una hidra venenosa que ahoga la alegría de vivir. Y saber cómo afrontarla es un hándicap para aquellas personas dependientes, carentes de autonomía, y con una discapacidad tanto física como emocional. Quizás los parámetros no sean iguales para quiénes traspasan la barrera de la tercera edad, quizás haya privilegiados, porque la salud y el estado de bienestar ayudan a sobrellevar la pesada carga de los años.


¿Pero qué ocurre cuando el anciano está solo? ¿Qué pálpito anida en su corazón cuándo convive en una residencia o permanece hospitalizado por una enfermedad? La familia y los amigos constituyen el eje principal de un estatus soportable con ayuda y compañía, máxime en tiempos navideños; la Navidad con sus villancicos memorables para unos e insoportables para aquellos que sienten la soledad oprimiéndoles el alma.


Al anciano se le arrincona como a un trasto viejo. Nadie quiere ver la decrepitud, lo feo y desagradable a la vista. Nos amparamos en la burbuja de la ignorancia porque vivimos en un país tan snob que sólo se alza el divino tesoro de la juventud: la paidocracia, cuando todos sabemos que nuestra hora está por llegar. Que afortunadamente si vivimos, llegaremos a la senectud y hará falta un Sistema que nos proteja, donde haya una ley de Dependencia eficaz y donde los recortes económicos no afecten a los más pobres y necesitados.


“Un viejo es un enfermo sano” dijo Azorín. Comporta un estado de sabiduría pero también de congoja cuando las fuerzas disminuyen. Por eso las Navidades con sus luces y sus sombras no deberían ser trágicas. La estrella fugaz que guió a los Reyes Magos de Oriente debería iluminar a los políticos que nos gobiernan, a ese lobby del dinero que rige los destinos del planeta. 

Porque una sociedad que arrincona a nuestros mayores es una sociedad enferma. Y hay que evitar el malditismo de un destino que está ahí, a la vuelta de la esquina, aguardándonos.

 

ROSA MARÍA VERA

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