martes, 29 de enero de 2013

CINCUENTA SOMBRAS



CINCUENTA SOMBRAS

  Estoy leyendo la novela erótica “Cincuenta sombras de Grey” de la autora británica E.L. James que encabeza las listas de best seller en todo mundo, y no deja de asombrarme. Y no por su buena literatura, ni por la novedad de su argumento: prácticas sexuales de sumisión-dominación y sadismo-masoquismo entre una universitaria y un magnate de los negocios, sino por las ventas millonarias y las espectaculares críticas del New York Post.

“Hablan de la exitosa combinación de historia romántica y juego erótico de alto voltaje…”. Algo que por lo que se ve sorprende y revoluciona a las mujeres de Estados Unidos. Pero hay algo siniestro que me indigna y rebela contra su autora a medida que llego al final de la obra. Me ofende como mujer, cuando apela continuamente al término “la diosa que llevo dentro”, y me indigna que sirva de ejemplo para ingenuas adolescentes, que al leerla sueñen con un príncipe azul que las torture y domine para lograr enamorarlo.

A la gente madura poco podrá dañar este bodrio de novela, pero aún así esta historia ya ha causado la muerte de una mujer cuya pareja se sobrepasó imitando los ‘juegos’ eróticos de Cincuenta sombras de Grey. Y una aberración cuando otra irritada esposa ya ha demandado al marido por no seducirla con la fusta y el látigo, y no utilizar grilletes que la inmovilicen a la cama.

Me parece de una fría y calculada crueldad que traten como normal situaciones anormales. Me asquea que mezclen romanticismo con perversión, y que el maltrato hacia la mujer sea objeto de deseo. O nos toman por imbéciles, o quieren que seamos esclavos de una sociedad corrompida por la sumisión, y no me refiero sólo al sexo.

Por ello afirmo que es una obra siniestra y no parece escrita por una mujer, sino por la mano experta de un misógino. Un cínico que vende humo y mece la cuna de las súper ventas.


ROSA MARÍA VERA