miércoles, 8 de junio de 2011

MAR ADENTRO





MAR ADENTRO


Notas como la corriente te aleja de la orilla sin llevar una brújula que domine el infinito horizonte de la playa. Fuerzas las piernas y las aletas pesan sobre tus tobillos con un lastre que intentas resistir avanzando deprisa y sin aliento. El cielo está encapotado y las olas se estrellan contra las rocas manipulándote como una muñeca de feria. Las aristas son cortantes y sin el traje de neopreno estás acorralada frente al mar y su furia. Eres la única y estás sola, aunque haya buceadores amarrados a sus boyas buscando lo mismo que tú, la soledad del luchador en un medio difícil, alejado de la tierra, adivinando quizás su origen de vida.

Más importante que la pesca es la inseguridad de vivir al borde del abismo. Se acelera el corazón cuando contemplas los peces en el maravilloso mundo que se abre hacia ti, donde no vislumbras el fondo y donde piensas que hay terribles fieras que devoran a seres indefensos y trágicos en su destino. Es la orgía del peligro que corre por las venas sin que puedas frenarlo; es la muerte instantánea si una burbuja se adentra en tu pecho y la respiración se paraliza con un toque fatal; es el mar que te agarra con fuerza y te hace presa porque ya no puedes prescindir de él.

Y no sabes si eres una diosa frágil o una mujer poderosa

Sale una morena de su cueva y la tienes a punta de fusil, pero no haces nada porque no puedes calibrar el disparo y no sabes si el fallo puede volverse en tu contra. Pasan doradas como flechas y es imposible perseguir su estela por los interminables recovecos de las rocas. Un mero se posa frente a ti en aptitud confiada, mirándote con ojos miopes -mientras disparas olvidándote quitar el seguro de la escopeta- y huyendo al final cuando maldices tu mala suerte.

Una jibia navegando entre dos aguas sale de tu menú y un pulpo suelta su tinta impidiéndote ver su escondite. La sangre sigue su curso y tu respiración está tan agitada que sientes el silencio como un muro infranqueable. Porque es el silencio lo que impresiona tu alma, el submundo de otra dimensión que proviene del mar; la otra cara de la vida que emerge de un tiempo remoto y que recoges en el espacio actual de la arena. El rugido de las olas no quita el martilleo sobrecogedor de estar en el espacio leve de una pluma en un vendaval.

Y no sabes si eres una diosa frágil o una mujer poderosa

Es la tormenta interior, la fascinación del buceo, y el paisaje colorista lo que ambicionas, si no sintieras miedo. Ése miedo que hace fuerte porque embruja y atrae cuando los sonidos se hacen indelebles y tan sólo escuchas los latidos de tu corazón. La pasión y el ardor del frenesí amortiguado por el sentido común sin sentido, donde tienes que luchar y sobrevivir nadando, sumergiéndote con apnea, tu recurso de vida; sin pulmones casi y con ellos insuflándote energía. Y sigue el pulso vibrando mientras disparas y ensartas un pez en el arpón. Tu alimento más anhelado, el trofeo que añoras porque sientes que la vida es tan intensa que la muerte ya no es su final.

Y sueñas y vives en la selva del hombre ancestral cuando domina el terrible abismo; cazando y pescando desde la cueva marina con el arma guerrera del mar; de las olas y el ayer; -¡oh padre tu mar!- siempre ahí esperándote; profundo e inmenso, donde el misterio te hace suya, subyugando y enamorando tu piel de diosa frágil y mujer poderosa. Porque eres tú, padre, quién desde la otra dimensión, inventaste el único camino, la última palabra en una noche fría y silenciosa.


ROSA MARÍA VERA

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