sábado, 16 de marzo de 2013

LAS SANDALIAS DEL PESCADOR



LAS SANDALIAS DEL PESCADOR


   La descortesía y la mala educación sumada a la estupidez juegan un papel demoledor entre necios comentaristas que profesan su fe a la estulticia. Voltaire en su correspondencia a M. de la Harpe confesó, que si uno no es sensible, nunca será sublime.

   El Cardenal Jorge Mario Bergoglio ya es Francisco I, cabeza visible de la Iglesia católica y Obispo de Roma. Tras salir elegido ya hubo voces discordantes que lo vinculaban a un dictador y dudaban de su capacidad para conectar con el pueblo.

   Nada más lejos de la realidad. En lugar de coche oficial el nuevo Pescador de almas viaja en Bus y subscribe la pobreza de San Francisco de Asís. Asume un papel renovador y anhela salirse de los cánones oficiales del boato que conlleva su cargo.

   Ya veremos si lo dejan. Si dejan que el nuevo Papa como Jefe de Estado del Vaticano reparta riquezas y considere que los pobres merecen más consideración y menos oratoria.
   No sólo de rezos vive el hombre, aunque la oración para los cristianos sea su diálogo con Dios, sino de obras y eficacia. Y el vicario de Cristo parece dispuesto a unir la bondad de Juan Pablo II con la predisposición de Benedicto XVI de ser práctico y no dejarse embaucar por convencionalismos inútiles.

   Ojalá Francisco I recoja el báculo de Pedro y lleve con humildad las sandalias del Pescador. Los fieles quieren un Papa moderno, útil y combativo con las desgracias ajenas. Pero al mismo tiempo piadoso, humilde y luchador por redimir a la Iglesia de lacras que han mermado su credibilidad.

   La Santidad no radica en el hábito y los hombres caen de sus altares aunque estén rodeados de incienso.

   Si el nuevo Apóstol de Jesús consigue que la fe ilumine el mundo católico y emerja la semilla de la paz entre las diferentes culturas, su elección habrá sido un triunfo. El triunfo del Espíritu en forma de paloma elevándose sobre las cumbres de un mito: el demonio, siempre presente cuando la humanidad sufre los embates de un ángel caído.



ROSA MARÍA VERA

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